Porque morían por dentro, callaron. Porque dejaron hacer y se convirtieron en culpables. Porque les dio miedo ser señalados. Porque se fueron consumiendo. Porque había que dejar hacer. Porque estaban convencidos de que nadie los escucharía. Por una responsabilidad institucional mal entendida. Por cultura de partido. Por sus errores propios. Por un pasado de luchas cainitas. Porque perdieron la batalla orgánica. Porque las palabras dolían más que los hechos. Porque nadie tampoco los hubiera escuchado.

Fueron todos y fueron tantos los que mantuvieron el sigilo, que Pedro Sánchez creyó que ya ni existían. Como secretario general primero y después ya como presidente del Gobierno, pudo hacer y deshacer a su antojo sin que uno solo saliera de su exilio interior. Las primarias socialistas acabaron no sólo con las aspiraciones de liderazgo de Susana Díaz, sino también con los debates internos, las posiciones críticas y un partido de baronías irreductibles.

El 2-D lo cambiará todo. También eso. El silencio de los barones a toda decisión de Sánchez ha virado a pánico. Y pronto veremos de nuevo una irrefrenable contestación interna. Lo que está en juego ya no es el PSOE, sino sus propios gobiernos.

Ha abierto la espita el aragonés Javier Lambán, pero hay réplicas aún tímidas en otros territorios porque lo que está en juego ya no es la supervivencia o no de Sánchez en La Moncloa, sino sus propios gobiernos. A cinco meses de unas elecciones que se juegan a todo o nada, el mutismo les convierte en cómplices de una política no compartida por gran parte del electorado socialista en lo que tiene que ver con Catalunya.

A cinco meses de unas elecciones que se juegan a todo o nada, el mutismo les convierte en cómplices de una política no compartida por gran parte del electorado socialista

Lambán ha cargado con extrema dureza contra Torra ―ese personaje “estrafalario y fascistoide" (sic) con quien se declara "absolutamente incompatible”― y ha reclamado al Estado que abandone la “dejadez” de sus gestiones y asuma las competencias como hace en otras comunidades. Y todo para invocar, como lo han hecho antes PP y Ciudadanos, un 155 que ha de aplicarse, en su opinión, cuando y donde haga falta.

Ha vuelto el PSOE crítico y con él el debate interno sobre la política de Sánchez y los efectos que ésta pueda tener en las elecciones municipales y autonómicas, y en especial en los territorios donde el socialismo recuperó en 2015 gran parte del poder institucional que hoy ostenta. ¿Demasiado tarde? Es probable, pero al menos les quedará decir que no callaron y que todo fue dicho.

Lo único cierto es que el socialismo hierve. Y esta vez nada tiene que ver con las batallas internas ni con que se milite o no en el “sanchismo”, sino con la supervivencia misma y los malos augurios. En ese contexto hay que interpretar la reflexión de Lambán y las que le seguirán porque se ha abierto la veda de la crítica. Otra cosa será que Sánchez escuche, tome nota y esté dispuesto a virar el rumbo. Bien haría para evitar que el PSOE se convierta en una jaula de grillos en convocar al consejo territorial y explicar, cuando menos, cuáles son sus planes y cuál su estrategia. De lo contrario, veremos una nueva entrega del “sálvese quien pueda”.