Se acaba 2025 y, por fin, se acaba el año de Paco Candel. No me gustaría empezar la columna con un exabrupto barato y demasiado obvio hecho para captar la atención del lector, pero el caso es que Els altres catalans es un libro mediocre escrito por un escritor mediocre. Ni de este libro ni de Candel habría hablado nunca más nadie si el president Pujol no hubiera tenido la manía de usarlo para nutrir —más o menos— literariamente su discurso sobre inmigración en Catalunya. El tiempo ha demostrado que el libro y el escritor eran y son tan mediocres que Els altres catalans parece un instrumento hecho a medida para que los socialistas adornen su discurso inmigracionista y para que hablar de integración en la catalanidad sea considerado, de entrada, un punto de partida identitario excluyente. Els altres catalans, hoy, sirve para dejar a los catalanes indefensos y desincentivar a “los otros” de catalanizarse. 

Cuando las ideas son blandas todo el mundo te puede hacer decir lo que quiere. Cuando las ideas son blandas y la escritura también, todo el mundo te puede hacer decir lo que quiere sin haberse tomado la molestia de leerte. Paco Candel encaja como un guante en el españolismo de la pacificación porque permite desplegar el espejismo de que basta con que “los otros” estén ahí para que se los pueda contar como catalanes. Veinte páginas del libro bastan para desmantelarlo tal como lo desmanteló Manuel de Pedrolo: si son “otros” —castellanos de lengua, de cultura, de identidad— no pueden ser catalanes; si son catalanes porque han aprendido la lengua y han abrazado la cultura como propia, sin reticencias, sin estadios intermedios hechos de prejuicios —como el xarneguismo—, ya no son “otros”. Este oxímoron ideado hace cincuenta años ampara el españolismo de la pacificación porque permite identificarse a conveniencia como catalán despreciando, en la práctica, todos y cada uno de los rasgos identitarios que configuran la catalanidad. La idea es que no hace falta ser catalán para ser catalán, vamos.

El oxímoron del que parte Candel es que de alguna manera hay que despreciar la catalanidad para poder hacerla moralmente aceptable

El ambiente político, e intelectual, y cultural que se cobija bajo este paraguas ideológico es un ambiente que percibe la catalanidad como secundaria o, incluso, como innecesaria. Como una molestia. Es un ambiente en el que lo que es desacomplejadamente catalán, lo que cuestiona frontalmente el conflicto político que somete a los catalanes, lo que señala las estructuras de poder e ideológicas que relegan la catalanidad a un complemento folclórico, es percibido como una amenaza, como una caricatura o como una locura de cuatro chiflados provincianos. El oxímoron del que parte Candel —y del que han partido todos los que lo han manoseado— es que de alguna manera hay que despreciar la catalanidad para poder hacerla moralmente aceptable. Hay que subalternizarla para que sea válida. Hay que castellanizarla, o aderezarla siempre con un poco de interferencia para que no sea vista como indeseable. 

El de Paco Candel es un marco cómodo para los socialistas, pero también lo es para una parte de la izquierda catalana que ha dimitido de ser nacionalista, que tiene siempre las bondades de la diversidad en la boca y es incapaz de asumir, por el mismo precio, las maldades de la asimilación española. Els altres catalans, lo que se escribió y se hizo entonces y lo que se ha hecho políticamente ahora de él, sirve para anestesiar a los catalanes y para rellenar la ficción de que hay tantos catalanes como habitantes hay en Catalunya. El año Candel, mal me está decirlo, no podría haber caído en mejor momento, porque nunca como ahora desde que se publicó Els altres catalans se había visto tan diáfanamente que esto no es así. Que hay hijos de la inmigración de la que habla Candel que viven esquivando activamente todo lo que les pueda recordar que viven en Catalunya, porque lo desprecian. Que la paradoja que envuelve hablar de otros catalanes les sirve para no tener que catalanizarse nunca. Y que tras esta negativa, que para muchos es militancia, están todas las estructuras de un Estado que se aprovecha de ello para castellanizar cultural y lingüísticamente al país. Así, esos “otros” que han rechazado conscientemente la catalanidad, hacen de contención y de excusa para que los inmigrantes no españoles no tengan acceso a ella. Por incompetencia, por inocencia, o por candidez, Paco Candel se ha convertido en el símbolo lubricante de la ficción que nos ha llevado a donde estamos. Al año nuevo que empezamos, yo le pido que lo entierre de una vez por todas.