“No que me hayas mentido, que ya no pueda creerte, eso me aterra”

Friedrich Nietzsche

 

(Esto es una voz en off. Voy a pedirles que en su cabeza imaginen que resuena la del afamado Félix Rodríguez de la Fuente…)

“Mientras la primavera trae hasta la pradera y las montañas ibéricas la migración más masiva del año, mientras el autillo europeo, el charrán común, la golondrina, el milano negro o el águila culebrera marcan abril con su vuelo de regreso, mientras eso sucede, los fachas patrios también han iniciado su vuelo de migración, su masivo traspaso de WhatsApp a Telegram. Nunca una bandada mayor de individuos se desplazó más rápido y más masivamente en seguimiento del bulo que les alimenta…”

(Jajajaja, seguro que lo han oído con toda nitidez. Los más jóvenes pueden buscar su inconfundible estilo en algún video de Youtube. Nadie lo podría narrar mejor.)

Pues sí, amigos de la fauna ibérica, la migración del facha de servicio de mensajería a servicio de mensajería lleva dos o tres días en pleno apogeo y no podía por menos que hacerles algunas reflexiones al respecto. Huyen de la censura, les han dicho, y van en busca de la seguridad. Como son más antiguos que un chotis, la mayoría ni sabía que existía Telegram, ni simultaneaban las dos o incluso las tres o las cuatro aplicaciones de mensajería, sino que eran usuarios de la única de la que habían oído hablar. Así que la migración no sólo ha consistido en cambiar sus usos y costumbres, sino que ha exigido todo un esfuerzo por parte del partido de ultraderecha —para convencerles y enseñarles cómo hacerlo— y por parte de los fieles afines que han tenido que bajársela y darse de alta. Nadie les ha dicho, y ellos no tienen ni idea, que cuando te vas dando de alta, Telegram amablemente les manda a todos tus contactos tu nueva incorporación. Así llevo un par de días con los ojos como platos. Ya pueden imaginar que la agenda de un periodista tiene teléfonos de lo más variopintos. La mía cuenta con políticos, otros periodistas, jueces, fiscales, empresarios, notarios, embajadores, productores audiovisuales e incluso alguna persona normal. Así que estoy alucinando. Según mi Telegram, a cada rato me informa: Fulanito se ha unido, Menganita está en Telegram; porque todos están haciendo a la vez la migración y porque todos la hacen en busca del Vox. Hay de qué sorprenderse, créanme, incluso de qué asustarse, ya me entienden.

A Vox le han partido por medio su estrategia las directrices puestas en marcha por Zuckerberg para impedir la difusión de bulos. No hay democracia sin información veraz y la ultraderecha de todos los países lo sabe tan bien que ha decidido acabar con ella. A Vox no poder lograr reenvíos masivos de sus bulos y sus mensajes catastrofistas, racistas y sesgados le parte por el eje. Así que, ¡todos a Telegram!

No deja de ser preocupante ver el esfuerzo que algunos están dispuestos a hacer por reforzar su sesgo cognitivo, por evadirse de la realidad y por no recibir sino un tipo de mensajes 

“¡Tenemos un canal de Telegram en el que difundiremos los mejores discursos de Abascal y vídeos para desmentir las mentiras de los progres!”, les anuncian. “¡Cuando entres nadie va a ver quién eres ni cuál es tu número de teléfono! Envía este mensaje a tus grupos para lograr que la censura no nos afecte! ¡Viva España!”, les apremian en sus foros. Ellos mismos deben saber que para muchos es muy importante que no se sepa que andan con esta tropa, pero se les ha olvidado el pequeño detalle de que la masiva apertura de cuentas de Telegram con este fin queda al descubierto en los móviles de todas aquellas personas que tienen una cuenta anterior y su teléfono en su agenda. Algunos buitres carroñeros digitales se unieron ayer de buena mañana, pude comprobarlo, y eso que los de su especie no son aves migratorias.

Tampoco les han explicado que mientras en WhatsApp el primer mensaje reenviado mantiene anónimo su origen, en Telegram siempre, una vez tras otra, en los reenvíos se puede leer quién fue el creador original del mensaje. La trazabilidad de los bulos aumenta e, incluso, en caso de responsabilidades legales de algún tipo sería tremendamente fácil saber cuál fue el paciente cero de la intoxicación viral.

Además de la coña de saber quiénes son capaces de migrar, más como borregos que como aves, en busca del alimento de falsedades contra el gobierno que les vivifica, no deja de ser preocupante ver el esfuerzo que algunos están dispuestos a hacer por reforzar su sesgo cognitivo, por evadirse de la realidad y por no recibir sino un tipo de mensajes que consideran “censurados” por aquellas empresas ultraliberales que sólo dicen hacer esfuerzos por mantener el ecosistema de la democracia.

No, WhatsApp no ha censurado nada. De hecho, ha hecho público un comunicado para explicar, por activa y por pasiva, que el cifrado punto a punto que tiene la aplicación no permite acceder a los contenidos y, por tanto, resulta imposible censurar nada. En cambio, me dicen, en la aplicación rusa de los hermanos Darov a la que ahora se dirigen, si no se utilizan los llamados chats secretos, el cifrado no funciona end-to-end, y lo malo es que en estos chats secretos no se pueden reenviar mensajes, lo cual es clave para la retroalimentación de tanto ultra. Creo que no van a ser estos los que utilicen, al tiempo. Las conversaciones que no son chat secreto sí pueden estar al alcance de la empresa Telegram.

Como los ultras no dan puntada sin hilo, también intentaron colgarle la censura a dos empresas de verificación que están relacionadas con La Sexta. Aparecen, como otras más, en una web de WhatsApp que ofrece lugares para contrastar posibles fake news recibidas a aquellos usuarios que lo deseen.

(Y vuelve la voz en off.)

Hasta eso se lo han tragado las aves migratorias, que deberían saber que un buen pájaro siempre tiene que tener cuidado con lo que se lleva al pico, no sea un anzuelo que le destroce el gaznate.