"Hominem te esse memento!"
Siervo de Marco Aurelio
Tanto cachondeo que se traían con Ursula, ya ven que cuando el río suena agua lleva. Yo no me reí y se lo conté, y por eso me pilló la ruptura del cuarto sello con radios, linternas, agua, comida, pasta en billetes y hasta velas y cerillas. A lo hecho pecho, ahora no se rían y tengan en casa lo necesario por lo que pueda pasar. Lo importante ahora es analizar y reparar, algo que sin duda deben hacer los gobernantes. Seguimos sin saber a ciencia cierta qué pasó a las 12.35 de lo que sin lugar a dudas podemos llamar nuestro lunes negro. Lo de los 15 gigavatios esfumados es solo el síntoma de algo que todavía no conocemos. La energía ni se crea ni se destruye, solo se transforma, tampoco desaparece.
El lunes fue un día de periodistas y ciudadanos, ausente el gobierno durante las primeras seis horas de un evento insólito, peligroso y desconocido. De periodistas porque produjeron la suficiente información relevante y de servicio como para que la ciudadanía mantuviera la calma y hasta se fuera de cañas, y de la ciudadanía porque ejemplarmente no solo la mantuvo, sino que colaboró, ayudó al prójimo, se aproximó, fue solidaria, mantuvo en pie los servicios más necesarios a base de profesionalidad y, en resumen, consiguió que lo que podía haber acabado en desastre terminara en aplausos de alegría al recobrar el flujo. Aun así, al menos se produjeron cuatro muertes. El presidente del Gobierno tardó seis horas seis en dar la cara para no decir nada. ¡Ah, sí, que no nos fiáramos sino de las fuentes oficiales, esas mismas que se secaron hasta las once de la noche! Cuando compareció, no terminó de dar información fidedigna, puesto que atribuyó normalidad en operaciones que los ciudadanos sabían que no la tenían aún. Un plan magnífico. No sé cuándo contactó con Salvador Illa o con Collboni, pero el alcalde de Madrid ha señalado que tardaron 10 horas en ponerse en contacto con el rector de la mayor metrópoli del país.
La segunda dejación del gobierno central fue no decretar la emergencia nacional, nivel 3 de Protección Civil, desde el principio. No hace falta que nadie se lo pida. Se trata de tener en alerta los servicios necesarios. Si esto no era una emergencia nacional y la DANA tampoco, ¿qué esperamos, a la guerra nuclear, al advenimiento alienígena? No digo que el gobierno no trabajara, digo que podía haberlo hecho mejor de cara a los ciudadanos y que si no llega a ser por los periodistas, el vacío de información podría haber sido desastroso. Finalmente, y con siglos de retraso sobre el horario anunciado —una nueva falta de respeto a los que escuchaban aún a oscuras y angustiados su radio—, nos contó el origen mediato de la catástrofe, la desaparición de esos 15 gigavatios, pero no nos pudo dar el origen final y la causa última. Las incógnitas siguen y las eventuales responsabilidades siguen a la espera.
Algunos ingenieros de operaciones de empresas energéticas susurran que se llevaban muchos meses denunciando la inestabilidad de la red
Red Eléctrica ya ha afirmado que no fue un ciberataque, es decir, que la falla se circunscribe a nuestro sistema eléctrico, que tumbó al portugués y que no lo hizo con el francés porque, como han explicado desde ese país, un cierre de emergencia cortó la interconexión entre ambos países cuando se produjo la anomalía. ¿Qué pasó? ¿Fue culpa de quién? ¿Cómo evitarlo? Espero que nada se interponga entre la respuesta a esas preguntas y la opinión pública española aunque temo que los "relatos" y las batallas políticas lo intentarán. Es uno de los peligros extremos de la polarización política, ya que como nada se sustrae a esa pelea encarnizada entre unos y otros por enmierdarse, lo que sucede es que siempre nos quedamos sin el análisis racional y frío y, lo que es peor, sin las soluciones necesarias. Miren la DANA, pero pueden poner cualquier otra emergencia insólita de las que una tras otra vamos sufriendo. Apocalipsis en capítulos, el signo de los tiempos.
Algunos ingenieros de operaciones de empresas energéticas susurran que se llevaban muchos meses denunciando la inestabilidad de la red ("de hecho la tensión oscila continuamente en rangos superiores a los 415 kW y menores de 400 kW") y aseguran que en el momento del cero coincidió con gran presencia de renovables, coste casi cero de la energía, sin que hubiera soporte estable para la red, ya que solo estaban conectadas tres centrales nucleares y menos de un gigavatio de ciclo combinado. Es decir, que faltaban generadores de energía firmes, de los que estabilizan. ¿Por qué se sacan del mix? Porque le añaden costo a las renovables que eran muy abundantes a esa hora. Las centrales no están en marcha porque no trae cuenta. Así que, siguen susurrando, habría que asegurar que las centrales que tienen un aporte de energía síncrona superior a las renovables estuvieran en el sistema sin depender del precio, y eso lo puede exigir Red Eléctrica. La cuestión de la inestabilidad podría tener una explicación puramente económica y eso deberíamos de saberlo. También hay que analizar si la transición verde puede hacerse tan rápido como se pretende —con el cierre de las nucleares— y qué riesgos corremos realmente con ello. Eso sí que es una cuestión de directriz política que debatir públicamente y con información veraz, no con pura ideología.
Y ahora ya está Sánchez apuntando a las empresas privadas —entre las que incluye a Redeia de la que tiene un 20% la SEPI que es mayoritaria— y los liberales afirmando que fue por apagón nuclear, mientras Sánchez dice falsamente que las nucleares perjudicaron la vuelta a la normalidad; la derecha cree que es ideológico ir tan deprisa con la transición verde, y los de la claque alabando una experiencia catastrófica que, según dicen, demostró lo buenos que somos levantando ceros; Red Eléctrica descartando el ciberataque y Sánchez haciéndose el loco al respecto y la Audiencia Nacional abriendo una causa por terrorismo y cada cual arrimando el ascua a su puta sardina. Menos mal que Portugal —sufridor sin culpa evidente— le ha pedido a la UE una investigación neutral que averigüe qué fue lo que pasó. Es en lo que más confío. Hace tiempo que hemos dejado de ser capaces de alumbrar los hechos con el farol de la razón, la ciencia y la realidad. Así nos va. Menos mal que tenemos periodistas, radios y una ciudadanía de diez y medio. Eso nos salva.
Y háganse con el kit de emergencias de una vez por si vienen más curvas.