(Nota previa: este texto no ha sido redactado mediante una aplicación de inteligencia artificial. Disculpen las molestias.) Quien esto escribe, simple observador de lo que va sucediendo y lo que tiene que acontecer —si es que tiene que acontecer algo— se pregunta hoy dónde está Esquerra Republicana de Catalunya (ERC). Y lo hace porque tiene la extraña sensación de que el partido que, a la postre, gobierna Catalunya, o, cuanto menos, preside la Generalitat y detenta todos los cargos de gobierno, parece estar y no estar a la vez, lo cual puede ser leído tanto como la manifestación de un don casi divino o la evidencia de una tomadura de pelo cósmica. Si les parece, lo vemos en tres imágenes.

La foto de la B-40. Se supone que ERC es el principal gestor de un presupuesto de más de 40.000 millones de euros —el más elevado de la historia de la autonomía catalana—. Esas cuentas se aprobarán definitivamente gracias a los votos del PSC de Salvador Illa una vez los socialistas se convencieron de que ERC se había tragado el sapo, aunque más bien parece que el batracio saltó por la ventana. Sucede que el neodesarrollismo sociovergente de Illa casa mal con los disfraces de izquierda alternativa que se colocan los republicanos para competir en los caladeros electorales de los comunes, la (presunta) izquierda auténtica. O, simplemente, para huir de la alargadísima sombra convergente y purgar el pecado que aún les persigue y les pesa a ojos de esa misma izquierda (según parece) verdadera. Así, el candidato de ERC en Sabadell se manifiesta este domingo contra el Quart Cinturó en la concapital vallesana y, de una u otra manera, ERC se sumará a la manifestación contra el Hard Rock y la ampliación del aeropuerto de El Prat del 4 de marzo para no ser menos de izquierdas, sostenible y ecologista que los otros. Pero de pronto, Jéssica Albiach sube la apuesta y advierte que si la también llamada B-40 sale adelante —de hecho, solo necesita la autorización del Govern, puesto que la financiación corre a cuenta del Estado—, los comunes rechazarán los presupuestos en el trámite final. Así que, entre tanta indefinición e inconsecuencia —no confundir con “cintura política”, “pragmatismo” o realpolitik, que son otra cosa— ERC está y no está, no se sabe bien qué quiere ERC, ya lo van viendo. Pero también lo va a ver Illa: si ERC no cumple los compromisos presupuestarios alcanzados con los socialistas, la solidez de estos como garantes de la estabilidad en Catalunya puede verse más que mermada. Si ERC rechaza la enmienda anunciada por Junts para asegurar el cumplimiento de su propio acuerdo presupuestario pactado con el PSC, será Illa quien quedará a la intemperie, cual rey desnudo en el campo de batalla a las puertas de las municipales.

La foto del Mobile. Será una interpretación del articulista, pero mientras nos lo permita ChatGPT, ese robot textual que ya ha empezado a escribir artículos en la gran prensa de Barcelona, las interpretaciones seguirán siendo libres, genuinas e imprescindibles para entender mínimamente qué es lo que pasa más allá de los (supuestos) hechos y no digo ya de los fríos datos; incluso que las interpretaciones sean desacertadas es la condición necesaria para verificarlas y revertirlas. A lo que voy. A diferencia de su partido, a Pere Aragonès, el observador sí que lo ve con ganas de estar. Al president (por lo menos así lo transmitían las imágenes de TV3) se le veía este domingo muy cómodo en la comida inaugural del Mobile World Congress, casi como pez en el agua. En este tipo de actos, Aragonès es un convergente de toda la vida inaugurando una feria o un evento internacional como tantas y tantos inauguraron Pujol y sus consellers. Y luego (algunos menos) Maragall y Montilla. En cambio, ese cierto desparpajo cordial, de alcalde de Catalunya o algo por el estilo, ya se torna más sobrio, algo más forzado, en la cena con el rey Felipe VI y el presidente Pedro Sánchez, con quienes volverá a desfilar esta mañana durante el recorrido por el congreso mundial de móviles. El caso es que —insisto: las interpretaciones son, deben ser libres— a veces da la impresión de que el president lo tiene claro: quiere hacer de president pero no sé si su partido lo deja.

ERC carga contra el deep state judicial por sus represaliados y luego sienta a Aragonès en la mesa con Felipe VI y Pedro Sánchez como si fueran unos marchantes chinos que pasaban por el Mobile

La foto de Junqueras con los represaliados. El caso es que ERC, y Aragonès, un día cenan con el rey de España y el presidente del Gobierno y la víspera convocan un acto para apoyar a sus nuevos represaliados por el 1-O, Josep Maria Jové, Lluís Salvadó, Natàlia Garriga, víctimas del golpe judicial a la democracia que la misma ERC denuncia en sus ruedas de prensa de los lunes. O sea, ERC carga contra el deep state y luego sienta a Aragonès a la mesa con Felipe VI y Pedro Sánchez como si fueran unos marchantes chinos que pasaban por el Mobile. Los lugartenientes de Oriol Junqueras se enfrentan a los peores augurios por lo que se refiere a su futuro judicial pero el partido, en un ejercicio no se sabe si de malabarismo extremo o de impotencia supina, prefiere señalar a Marchena que mirar cara a cara a Sánchez. La reforma del Código Penal que ERC y sus tertulianos vendieron como una suerte de “amnistía encubierta” resulta que mantendrá inhabilitado a Junqueras hasta el año del centenario de la república del 31 (el 2031) y puede volver a abrir las cárceles para los altos cargos de ERC que organizaron el referéndum del 1-O.

La foto emocionada de Junqueras junto a Jové, Salvadó y Garriga no puede compensar de ninguna manera el descomunal error cometido por ERC en la negociación de la reforma del Código Penal con el PSOE-Podemos. De entre los líderes del Estatut de 2006, solo Artur Mas sobrevivió al cepillado del texto por el Tribunal Constitucional y fue —como se vio después— con rápida fecha de caducidad. Del cepillado del juez Marchena al Código Penal sin sedición negociado por ERC no va a salir indemne ni el apuntador. Se entiende que ahí ERC intente no estar, esfumarse, y hasta desaparecer, como si lo que le ha ocurrido a sus propios dirigentes nada hubiera tenido que ver con sus propias decisiones.

Desde luego, el cuadro es más amplio, y, en la habitación de al lado, frente al sempiterno enigma Junts, se ensaya un retorno de Convergència, no del partido sino del estilo y las maneras, mientras que en el piso de arriba el PSC se erige en farmacia de guardia y autoridad competente. Al final, puede que ERC sea hoy una cierta metáfora de Catalunya, descoyuntada, en misa y repicando, esperando no se sabe bien qué, intentando repetir lo bueno, incluso deseando volverse a gustar y olvidar lo malo; ora evaporándose, ora tratando de ser lo que no es, huyéndose. ¿Hay alguien ahí? Lo peor no es llevar la piedra al cuello, los zapatos de cemento, las alas de cera, o de plomo, sino, como aquel ciego, no querer verlo.