Subo la persiana. Llueve. Con fuerza. Y prácticamente no ha parado en todo el día. En otro momento de nuestra vida, un domingo de primavera con este tiempo estaríamos cagándonos en todo: "¡Siempre llueve en fin de semana. No hay derecho"!. En cambio hoy ya nos gustaría poder salir a dar un paseo, aunque fuera por la calle de casa, con paraguas, rebequita, o con esquíes, si hiciera falta. Y si la cuestión es aprender una lección sería que, al final, en la vida se trata de saber vivir con lo que tienes en cada momento. Y que lamentarte, aparte de ser un acto inútil de impotencia mal resuelta, no sirve de nada. Digale adaptarse, digale realismo.

Empezamos a ver una luz al final túnel, pero todavía no sabemos si es la salida o un trailer de 800 ejes que viene de cara. Nos van diciendo que irán abriendo puertas, pero muy poco a poco y con restricciones. Ya ponen fecha a la reapertura de bares y restaurantes, con más espacio entre mesas y otras medidas de precaución. Y cuando llegue el día aceptaremos lo que haga falta. Y más. Incluido que nos pongan en la mesa de al lado del WC. Lo que sea para poder volver a compartir nuestra vida con nuestros cocineros y nuestros camareros (y camareras). Pepe, Júlio, Dario, Maite, Fortunato, las Lolis, Anna, Ferran, Josep, Maruchi, Jordi, Laia, Sara, Xavi padre e hijo, Pol, el alcalde de Sant Crist y nuestra hija postiza. Y comentar con ellos la jugada. Y reir. E intentar volver a ser y hacer lo que éramos y hacíamos hace un mes y medio.

Oímos decir que nunca más nada será como antes. Y eso en principio no tendría que ser malo. Hombre, a mí si esta crisis acaba con según qué y con según quien, ya me va bien. El problema es que la experiencia nos dice que lo que acaba pasando es que queda lo peor de lo que nos molesta a usted y a mí y, en cambio, usted y yo salimos de Málaga para meternos en Malagón.

Desde el primer día pensé que la aparición de tantos uniformados en las ruedas de prensa matinales de la Moncloa era un mensaje subliminal: "Ojo que os vigilamos". Alguna cosa sucede cuando ningún otro país del mundo ha hecho salir señores llenos de medallas, que no saben comunicar y que no tienen nada a comunicar, diciendo frases fuera de lugar y hablando de días de la semana y de naranjas y limones. ¡NINGUNO! Y claro al final ha acabado pasando que el general José Manuel Santiago, jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil, hoy se ha marcado una patinada que ni el Robinho de las mejores épocas haciendo piscinas en el área:

¿Consecuencia? PP y VOX han aprovechado para criticar "ese gobierno comunista-bolivariano-terrorista-bolchevique"... ¡¡¡usando a la Guardia Civil!!! ¡¡¡Me pinchan y no me sacan sangre!!! Les puede tanto esta manera guerracivilista, golpista y enfangada de hacer política que no les importa dar puntadas en el culo de Pedro Sánchez usando como pierna a su querida benemérita. ¡Hoy les debe haber explotado la cabeza! Pero ya se sabe, es aquello del "¡Ahhhh, haber pidio sut·to!".

Pero ellos no han sido los únicos (a quién les ha explotado la cabeza). La propia Guardia Civil ha tenido que hacer pública una nota. “En relación con las declaraciones realizadas por el General Santiago en la mañana de hoy la Guardia Civil aclara: La labor de monitorización que realizan las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, y en las que participa la Guardia Civil, está destinada exclusivamente a detectar aquellos bulos y desinformaciones que generan un gran nivel de estrés y alarma social, especialmente en temas de salud. Se hace siempre con escrupuloso respeto al derecho a la libertad de expresión y a la crítica. Se monitorizan los bulos que pretenden generar alarma social, nunca la libertad de expresión. La Guardia Civil es uno de los principales garantes de la libertad de expresión”. Y no haré ningún comentario sobre la nota, no fuera caso que me ahogara con tanta libertad de expresión que hay en España y me acabara haciendo daño.

Sí, el mundo cambia. La ultraderecha hispana criticando a la Guardia Civil y nosotros teniendo la sensación de vivir en un estado policial que no hace falta. Y eso que acabaron retirando al ejército de la calle cuando vieron que se habían pasado de la raya. Una sensación de control excesivo que ha venido para quedarse y que es absolutamente desmesurada y arbitraria, tal como se puede ver en este vídeo:

Dieciséis policías (DIECISÉIS!) pegando y maltratando a un señor que, sí, está en la calle y, sí, parece que está un poquito perjudicado, pero que no manifiesta ninguna actitud violenta. Al menos en el vídeo. ¡Ah, y la gente aplaudiendo! O los ya mundialmente famosos dos policías municipales de la Bisbal, a los cuales se les va totalmente de las manos una actuación de la cual desconocemos el origen:

El mundo cambia, sí, y siempre a peor. Quizás por eso se ha puesto de moda que la gente cuelgue en twitter fotos suyas de cuando tenía 20 años. Tal vez sea la necesidad de recordar cómo éramos antes de que el mundo cambiara. Posiblemente buscamos recuperar aquel mundo, en que todos (y todas) éramos más guapos y más delgados. Y más felices. Porque cuando tienes 20 años eres muy feliz. O eso creemos ahora. Seguramente porque a los 20 años tienes menos responsabilidades y problemas. Y menos facturas por pagar. Y todavía no has visto la realidad del mundo, que es eso que nunca acabas de ver del todo, ni que te mueras a los 150 años.

Y como a los 20 años yo era muy feliz, en mi caso exactamente como ahora, me apuntaré a la moda y pondré una foto de cómo era entonces. Como verá, he empeorado mucho:

Fary