Uno de los problemas que tiene esta sociedad (entre otros muchos) es que opinamos de temas que desconocemos —sea porque no nos afectan directamente; porque preferimos idealizar la realidad y no queremos ver su parte más oscura, o simplemente porque nos importa un pepino lo que ocurra a la otra gente mientras nosotros vivamos como reyes— y que, encima, lo rematamos con discursos moralistas sobre lo que está bien y lo que no porque tenemos la creencia esquizoide de que somos portadores de un saber que no tiene el resto de la gente. Este es también uno de los errores de muchos políticos, que pretenden conseguir votos haciéndonos creer que se preocupan por la gente humilde desde una de sus cuatro casas con vistas al mar o a la montaña o desde su piso lejos de los barrios de los recién llegados sin recursos (no hablo de los alemanes ni de los británicos) y cenando caviar con champán francés. Es difícil opinar de lo que ocurre en barrios donde solo corren drogas, miseria, prostitución, conflictos de bandas armadas y marginación si no vives allí o no tienes un contacto directo con ellos. Y de estos barrios (guetos) cada vez hay más. Mucha de esa gente que se vanagloria de querer acoger a gente en Catalunya no sabe nada de su realidad. Se creen que viven en Disneyland y «Oh, bienvenidos, pasad, pasad, de las tristezas haremos humo, mi casa es vuestra casa si es que hay casas de alguien», pero ninguno de ellos acoge a uno en su casa.
Nada más bonito que las diferencias culturales, lingüísticas y de pensamiento; nos enriquecen profundamente y son muy necesarias para no caer en el pensamiento único, que, aparte de aburrido, nos haría retroceder hasta el mito del urvater de Freud (una horda primitiva en la que el urvater —el padre tiránico y celoso— disfruta de todas las mujeres y expulsa a sus hijos a medida que van creciendo). Hasta aquí todo es fantástico, pero ¿qué ocurre cuando en un lugar donde hay una lengua y una cultura desprotegidas (porque no tienen un estado que las proteja) y donde caben diez personas metes a cien? Por más tolerantes que sean, habrá un momento en el que todo va a estallar en mil pedazos (que es lo que está pasando actualmente en Catalunya) porque faltarán recursos para todos. Esto lo sabemos en pleno siglo XXI y lo sabían las primeras tribus humanas que habitaron este mundo. No hace falta tener ningún doctorado ni haber jugado muchas partidas del Trivial para adivinarlo.
Lo que están provocando estas políticas actuales, esas que hablan de personas racializadas, es aumentar el racismo. ¿Qué significa persona racializada? Todos somos de alguna raza. Nada más racista que decir a alguien que es una persona racializada. ¿Qué significa eso?, ¿que la persona que lo dice es un ser superior y que todo lo que es diferente de él no forma parte de la normalidad? ¿Hemos perdido el juicio? No es una cuestión de razas, es una cuestión de números y de recursos. Hemos destrozado la sanidad, la lengua, la cultura, la educación, la seguridad y los servicios sociales y todavía queremos acoger a más gente (seguro que mucha de esa gente que hace años que se ha establecido en Catalunya y que se ha integrado también opina que no podemos asumir más recién llegados). ¿Cuántos de estos políticos que abogan por la inmigración descontrolada han comido nunca (sin cámaras de por medio) con uno de esos inmigrantes sin recursos y les han presentado su familia? ¿Podemos dejar de ser hipócritas de una vez y buscar soluciones reales a problemas reales?
Solo pido que no se dejen entrar a bandas de delincuentes y se controle el número de recién llegados según los recursos que tenemos
Volvamos al principio de todo, no sabemos nada de la vida de la gente sin recursos, aquellos que no pueden permitirse pagar una residencia para la abuela, que no pueden permitirse pagar una cuidadora para el familiar con una enfermedad degenerativa, aquellos que no pueden pagar a alguien para que les cuide a sus hijos mientras trabajan doce horas diarias para poder comer y tener una estufa que los caliente en invierno; y, sin embargo, hay políticos que dan lecciones de lo que está bien y lo que no y dejan entrar a todo dios en Catalunya sin regular nada. No me meteré en los porqués de todo ello, aunque puedo intuirlos; solo pido algo de coherencia y que no se dejen entrar a bandas de delincuentes —que lo único que vienen a hacer aquí ya lo sabe todo el mundo y que, además, dan una mala imagen del resto de personas que proceden del mismo lugar— y se controle el número de recién llegados según los recursos que tenemos. ¿Hay algo más lógico y coherente que esto?