La posible combinación de dos gigantes como Bayer y Monsanto mantiene en estado de alerta a la industria agroalimentaria mundial. Una operación de este tipo fue planteada el miércoles de la semana pasada sin previo aviso por la compañía farmacéutica alemana al ofrecer 55.000 millones de dólares por el gran grupo norteamericano. Monsanto ha rechazado la oferta, si bien ha indicado que sin oponerse a la operación juzga que el precio ofrecido es bajo. Debajo de la querella por el precio hay todo un universo de lucha por el poder que va más allá incluso de las propias compañías y de la cuestión de la salud.

Desde el punto de vista empresarial, ambas compañías han quedado aisladas en un sector que ha iniciado un proceso de concentración fuertísimo. El presidente ejecutivo de Bayer, Werner Baumann, quiere dar una mayor escala a su división agroindustrial para completar la reestructuración iniciada por su antecesor. Por su parte, Monsanto se encuentra en una encrucijada al fracasar su intento de adquirir la suiza Syngenta, que ha ido a parar manos de China National Chemical Corp. A su vez, Dow Chemical y Du Pont se han embarcado en su propia fusión. Romper, por tanto, ese aislamiento es el primer motivo de acercamiento.

Bayer ha ofrecido 122 dólares por cada acción de Monsanto, cuyo valor en bolsa ronda los 42.000 millones de dólares. La prima ofrecida sobre el valor de la acción Monsanto en bolsa era del 37%. Pues bien, la sorpresa ha sido que los accionistas de Monsanto, en vez de acercarse al precio de 122 dólares ofrecido por la compañía alemana, bajaron el valor hasta 105 dólares para mostrar su rotunda oposición a la operación y su repulsa.

Monsanto sólo aceptará empezar a hablar de verdad cuando el precio por acción suba a 150 dólares

Ha trascendido al mercado que Monsanto sólo aceptará empezar a hablar de verdad cuando el precio por acción suba a 150 dólares. ¿Por qué esta cantidad? Según expertos, por una cuestión básica, los 122 dólares, o los 62.000 millones de dólares ofrecidos por la totalidad de sus acciones, suponían que Bayer estaba dispuesta a apostar en el juego el 80% de su propio capital, el de Bayer. Si lo sube a 150, supondrá que pone el 100% de su valor sobre la mesa. Eso significaría que en vez de una compra estaríamos ante una fusión. 100% frente a 100%. Y esta cuestión es clave.

Sobre la prevención y la desconfianza que existe sobre la compañía norteamericana en Europa, al lector le bastará con buscar en Internet la palabra Monsanto para encontrar todos los avisos imaginables sobre el peligro que representa para la salud de las personas con sus alimentos transgénicos y otros productos, así como para el medio ambiente.

Para frenar esta corriente de opinión, la Academia Nacional de Ciencias, Ingeniería y Medicina de Estados Unidos ha presentado el pasado 18 de mayo un estudio donde dice que no ha encontrado evidencias de que haya un mayor riesgo para la salud comiendo alimentos modificados genéticamente que ingiriendo alimentos convencionales. Asimismo, afirma, tampoco es perjudicial para el entorno. Que la Academia Nacional de Ciencias americana entre en una discusión concerniente a la fijación de precios en una operación entre empresas privadas revela que quizá sea conveniente cambiar de escala para comprender el caso.

Y el caso es que los alimentos transgénicos constituyen un punto de fricción muy elevado de cara a la firma del Tratado de Libre Comercio y de Inversión entre EEUU y Europa, que recientemente ha promovido Obama en Berlín y Londres. Este tratado se considera crucial para el futuro de Occidente en un entorno de fractura de la globalización. Así que el mercado estima que no sería extraño que fondos públicos intervinieran para que al final el precio ascendiera a 150 dólares por acción. De ese modo, con una fusión de por medio y no una compra, EEUU y Europa quedarían a la par, decidiendo urbi et orbi lo que está bien y lo que está mal.