Esta semana andaba con mi hija de 13 años cuando, de repente, vimos un anuncio del Ajuntament de Barcelona. Era un anuncio en el metro de la ciudad, concretamente en la plaza de Catalunya, en la línea roja. En una pantalla decía: "Somos barceloneses y compartimos 300 lenguas, 160 nacionalidades y 36 tradiciones religiosas". Yo ya lo había visto en las redes sociales, pero todavía no había tenido la ocasión de verlo físicamente y debo decir que, en el fondo de mi corazón, deseaba que fuera una noticia fake más en el cosmos de la desinformación. Pero el anuncio era muy real y lo teníamos enfrente. Mi hija lo leyó y dijo: "¿Pero qué dicen? La lengua de Barcelona es el catalán". Lo dijo con gran naturalidad, como quien dice que el sol sale durante el día y la luna durante la noche. Naturalmente le di la razón, porque incluso una niña de 13 años ve el disparate contenido dentro de ese anuncio.
En todas las grandes ciudades del mundo se hablan 300 lenguas. No es ninguna novedad. En París, Londres, Roma, Los Ángeles, Boston, Bangkok o Sídney se hablan 300 lenguas. En Nueva York aún deben ser más. Es el resultado de la globalización y de la emigración forzada de tanta gente por motivos laborales o de cualquier otro tipo. De hecho, que en estas ciudades se hablen 300 lenguas es la consecuencia de un mundo deshumanizado, donde un ciudadano de Bangladesh lleva sushi en bicicleta a un ciudadano taiwanés en la ciudad de Vancouver. Bienvenidos a la globalización proletaria y desarraigada, donde todas las grandes ciudades se asemejan unas a otras en una maraña digna de la Torre de Babel. Por eso no veo ningún motivo para sacar pecho, en que en Barcelona se hablen 300 lenguas. Por el contrario; es hacer bandera de una globalización que conlleva, seguramente, más problemas que beneficios, por ejemplo a nivel habitacional, climático o lingüístico.
Lo que distingue nuestra capital y la hace excepcional es que es la única ciudad global donde se habla catalán
Nuestros gobernantes no ven, o mejor dicho no quieren ver, que lo que diferencia a la ciudad de Barcelona frente al resto de grandes ciudades del mundo, lo que ninguna de las otras puede exhibir, lo que distingue nuestra capital y la hace excepcional es que es la única ciudad global donde se habla catalán. He aquí el rasgo diferencial que nos destaca y que nos singulariza. Por el contrario, una ciudad en la que se hablan 300 lenguas es una ciudad en la que, en el fondo, no se habla ninguna. Es un revoltijo de comunidades diferenciadas, de compartimentos estancos, donde cada grupo hace vida al margen del resto. La tecnología posibilita que un italiano que viva en Barcelona esté más conectado a la realidad de su país que a la realidad del lugar en el que vive. Es como cuando coges a un taxista pakistaní y todo el trayecto va charlando con su primo de Islamabad. Es el bloque donde mataron el otro día a un criminal forastero y ningún vecino conocía a ningún otro vecino. Esto es la ciudad de las 300 lenguas y es la ciudad que yo no quiero.
Decía aquella publicidad: "Somos barceloneses y compartimos 300 lenguas." Pues no. Yo no comparto el chino, el inglés, el sueco, el guaraní, el ruso o el urdu con el resto de ciudadanos de Barcelona. Yo comparto con todos ellos la lengua propia de la ciudad, que es el catalán. Son ellos los que deben compartir conmigo la lengua del lugar en el que viven, y no yo quien debo compartir 300 lenguas diferentes en mi casa. Puedo aprender algunas (y de hecho hablo otras cuatro, aparte del catalán), pero debemos tener bien claro que son los recién llegados quienes deben compartir la lengua del lugar, y no los del lugar que deben compartir la lengua de los recién llegados. ¿Tan difícil era pensar un anuncio con la frase: “Somos barceloneses y compartimos el catalán”? Yo tengo un tío que vive en Chicago y les aseguro que allí a nadie se le ha pasado por la cabeza decir que mi tío comparte la lengua catalana con la gente de Chicago. En castellano tienen ese dicho tan famoso que dice “uno es de donde pace, no de donde nace”. Quizás diciéndolo en castellano lo entienden incluso las integrantes del Teatro Sin Papeles.