De los años que van pasando hacemos, habitualmente, resúmenes, y de los libros, recensiones y críticas. Hoy invertiré esto, y del 2025 haré, precisamente, una lectura crítica. No por mero afán innovador, sino porque cada vez tengo más la sensación (probablemente porque me voy haciendo mayor) de que la actualidad que nos atenaza permanentemente, más que a un bloc de notas en blanco pendiente de ser escrito y vivido día tras día, se parece a un calendario de mala calidad que, ya rellenado de fábrica y bien arrugado, transcribe, con algunos retoques de maquillaje para que no se note demasiado, el contenido del año anterior. Estoy exagerando un poco, claro, pero diría que no voy mal encaminado. ¿Qué postula y confirma, así pues, el 2025, sobre nuestras vidas colectivas?
Nivel internacional. Genocidios al margen, el 2025 se articula sobre dos ejes: Trump y la UE. Con Trump se nos confirma lo que ya nos olíamos. Su técnica que se convierte, simultáneamente, en táctica: hacer ruido, mucho ruido. Emprende y proclama a pulmón abierto decenas y decenas de medidas, muchas absurdas, sabiendo perfectamente que algunas ni siquiera las intentará, que otras no llegarán a aprobarse y que unas cuantas más serán tumbadas por los tribunales. ¿Un fracaso? En absoluto: así se genera un eco mediático ensordecedor (en el que casi todos caemos) que permite, como quien no quiere la cosa, sacar adelante y aprobar sin que prácticamente nadie preste demasiada atención (este era el objetivo, claro) el 20% de las medidas restantes, habitualmente las de contenido fiscal o económico. Es decir, las más importantes. ¿Posverdad? Sí. ¿Eficiente? También.
Unión Europea. Aquí el 2025 es bastante duro. Nos describe cómo los Estados miembros hacen malabares para intentar tener algún tipo de voz en temas cruciales, como Israel o Ucrania, y cómo, de nuevo, llegados al momento crucial, algo se lo impide. No acaban de dar el paso. El 2025 se centra en un caso muy evidente, además de reciente, que ha pasado excesivamente desapercibido: la financiación de la ayuda a Ucrania. Era una oportunidad para dar el paso y hacerlo a través de los activos rusos congelados en la UE. Pero no se han atrevido. Finalmente, se hará con deuda. Es decir, la pagaremos los ciudadanos europeos (también vosotros, queridos lectores).
Lo importante es, tanto en Madrid como en tierras catalanas, permanecer en el poder, retenerlo
España y Catalunya I. La tesis principal que nos propone el 2025 es bien cruda en términos democráticos: lo importante es, tanto en Madrid como en tierras catalanas, permanecer en el poder, retenerlo. Da igual si no puedes hacer, por falta de apoyos parlamentarios, aquello que se supone que hacen quienes gobiernan: promover leyes, aprobar presupuestos..., gobernar, en definitiva. El ejercicio del poder se convierte, así, en una finalidad en sí misma. ¿Qué diría, Maquiavelo, de esto? En el caso de Sánchez, elogiaría, sin duda, su ya muy depurada técnica en el arte de la retención del poder: a cada nuevo obstáculo que se le interpone, responde clavando un nuevo clavo en la poltrona. Illa todavía es un aprendiz de este arte, pero todo apunta a que dispondrá de tiempo, no tanto por virtudes propias como por la disgregación creciente, por un lado, y la congénita alergia recíproca, por el otro, que observamos en todos o parte de sus adversarios. Illa solo tiene que hacer una cosa: no hacer nada (ir castellanizando Catalunya mientras tanto no modifica la idea general). Eso sí, deberá estar atento a un peligro: que no lo acabe engullendo la mancha de alquitrán judicial que, poco a poco, se extiende por territorio socialista. De momento, no hay interés en que esto suceda.
España y Catalunya II. El 2025 reitera no ya un aprendizaje sino un día de la marmota: un porcentaje espeluznantemente elevado de las promesas que se hicieron a los partidos catalanes a cambio de investiduras de todo tipo no se ha materializado. El 2025 nos ofrece, eso sí, nuevas excusas de mal pagador: "¡esto no depende de nosotros!": la aplicación de la amnistía depende de los tribunales (no del investido), el catalán en Europa depende de Europa (no del investido) y la inmigración depende de Podemos (no solo del investido). Ahora bien, ¿qué nos dice el 2025 de aquellas promesas que sí dependían de los investidos? Caramba, de la financiación "singular", más allá de no existir, todavía (como siempre, la vamos posponiendo: ¿llegaremos a tiempo?, ¡qué nervios!), si algo podemos avanzar (qué pereza) es que no tendrá nada de "singular". ¿Y de una minucia tan rutinaria como publicar las balanzas fiscales? ¡No se ha hecho! Por eso el 2025 postula una conclusión muy potente para los catalanes: aprended un poco de cómo negocian, haciendo muy poco ruido, los vascos; explorad también la ventana de los "derechos históricos" (que, recordemos, ¡Catalunya también los tiene!), y, sobre todo, la próxima vez conformaos con una mera transferencia bancaria (por el importe del déficit fiscal ya iría bien), pero, eso sí, hecha antes de investir a Sánchez, Feijóo, Abascal o Illa y con recepción previa del comprobante del Bizum mediante.
Coda judicial. La última tesis de 2025, muy contundente, alguien ya la había olido: nada impedía ni impide trasladar a otros, cuando convenga, algunas de las prácticas judiciales sesgadas aplicadas a los catalanes desde 2017. Así ha sido muy recientemente con el fiscal general del Estado, ya condenado y dimitido. Los numerosos y potentes obstáculos jurídicos que parecían descartar la condena han sido, como tantas veces pasó y sigue pasando en el caso catalán, quirúrgicamente superados. La técnica se ha ido depurando. Ya contamos con ello, en Catalunya. En Madrid, los españoles recientemente damnificados no se lo acaban de creer y todavía se encuentran en estado de shock. Démosles tiempo para asimilarlo y curarse. Es un proceso lento, con diversas etapas. Ya lo hemos vivido, esto, nosotros.
Hasta aquí la recensión de 2025. ¡Feliz 2026!
