Estos días usted habrá visto, con toda probabilidad, todo un despliegue para conmemorar y celebrar el Día de las Personas Mayores, que se celebra el primero de octubre, de acuerdo con una resolución de las Naciones Unidas votada en 1990. En el cartel de este año aparece un “1 oct” en caracteres gigantescos, y más abajo, en caracteres mucho más pequeños, pone “Día Internacional de las Personas Mayores”. Para los impulsores de la celebración lo importante es, pues, que la jornada sea el primero de octubre; en cambio, lo que constituye el motivo de la celebración aparece como algo secundario, complementario, coyuntural. Algunas organizaciones catalanas hicieron un gran esfuerzo de difusión, con actos y acciones mediáticas. Algunos medios de comunicación también convirtieron la efeméride en una de las noticias del día. Ni que decir tiene que no tengo nada en contra de la gente mayor. Al contrario, me gusta mucho estar con personas mayores y hablar con ellas, para aprender cosas y escucharles. Ya lo dice el dicho: el demonio sabe más por viejo que por demonio, y, por lo tanto, escuchar la voz de la experiencia ayuda más que leer un manual de autoayuda.

Cuento todo esto para ilustrar que existe una campaña en marcha para desactivar y dejar atrás el independentismo catalán, para desmovilizarlo y presentarlo como una etapa superada. Dentro de esta campaña es imperativo difuminar, erosionar y finalmente borrar el recuerdo del referéndum de independencia del primero de octubre de 2017, en el que se contabilizó el voto de casi 2,3 millones de catalanes. No hay que olvidar que otros 770.000 votantes estaban censados ​​en colegios que fueron clausurados por la policía de forma violenta, de donde se llevaron las urnas con los votos dentro, por lo que los votantes efectivos, con toda probabilidad, superaron ese día los 2,5 millones. Por eso nos hablan de la gente mayor, de la flotilla propagandística de Gaza y de la ultraderecha que siempre viene, pero que nunca llega. Por eso distraen la atención de la gente, a menudo con la complicidad, querida o no, de los propios partidos independentistas. Y, de paso, todo lo que fortalece al independentismo es combatido por tierra, mar y aire; la lengua, la cultura, la identidad, el imaginario colectivo, la voluntad de ser. Como decía Jordi Cabré en estas mismas páginas digitales, nos han declarado la guerra cultural y aquí hay muchos que todavía no se han enterado.

Quieren desactivar el independentismo, por eso nos hablan de la gente mayor, de la flotilla propagandística de Gaza y de la ultraderecha que siempre viene, pero que nunca llega

En medio de esta campaña incesante para desmovilizar y desanimar a los independentistas hay que echar un vistazo al segundo barómetro del Centre d’Estudis d’Opinió (CEO) de este año, que apuntaba a que el apoyo al independentismo es del 40%, con un ligero incremento con relación al barómetro anterior. Y al revés: en marzo de este año los contrarios a la independencia eran el 54% y en julio habían descendido un poco hasta el 52%. Si los datos objetivos dicen esto, a nivel de calle todo el mundo coincide en señalar que en la manifestación de la última Diada había muchísimos jóvenes, que parecen liderar una renovación por la base del independentismo sin complejos. Un último apunte: la famosa encuesta de La Vanguardia de hace un par de semanas apuntaba a una subida de los diputados independentistas, que pasarían de los 59 actuales a los 65 escaños. Cabe recordar que la mayoría absoluta son 68 diputados.

Es cierto que el independentismo está en horas bajas. Es cierto que los partidos independentistas tienen un problema de proyecto y conexión con una parte del electorado. También lo es que las organizaciones soberanistas de la sociedad civil buscan ahora un nuevo relato estimulante. Y es igualmente cierto que un sector amplio del independentismo está frustrado, cabreado y decepcionado. Pero los independentistas están ahí y son muchos, aunque algunos no voten y otros puedan votar otras opciones que no lo son, por la razón que sea. Si en las horas más bajas cuatro de cada diez catalanes se proclama independentista, ¿cuántos serían si hubiera un revulsivo y un nuevo empuje creíble? Cuando haya un gobierno anticatalán en Madrid liderado por el PP con el apoyo de Vox, ¿cuántos más serán? Cuando se demuestre que nunca tendremos el traspaso integral de Rodalies ni una hacienda propia que no esté sujeta a Madrid, ¿cuántos catalanes se apuntarán al independentismo? A veces pienso que los partidos unionistas catalanes son más conscientes de todo esto que los partidos independentistas. Por eso trabajan sin descanso para erosionar el soberanismo catalán y presentarlo como una utopía; respetable y legítima, pero imposible. Por eso quieren que el primero de octubre sea el día de la gente mayor y no el día en que la gente mayor bajó a la calle, plantó cara a la policía y protegió las urnas. Porque se puede ser mayor y celebrar el referéndum del primero de octubre de 2017.