Stellantis ha cerrado el primer semestre de 2025 con unas pérdidas netas de 2.300 millones de euros, un resultado que contrasta de forma contundente con los beneficios superiores a los 5.000 millones obtenidos en el mismo periodo del año anterior. Este desplome económico tiene su origen en varios frentes, siendo uno de los más determinantes el impacto de los aranceles impuestos en Estados Unidos, que han supuesto una carga adicional cercana a los 300 millones de euros.
A ello se suman costes extraordinarios derivados de cancelaciones de programas industriales, ajustes en plataformas de producto y reestructuraciones internas, que en conjunto alcanzan los 3.300 millones de euros antes de impuestos. Estos elementos, combinados con una reducción significativa de la demanda tanto en Europa como en Norteamérica, han lastrado de forma severa el desempeño financiero del consorcio.
Las ventas globales de Stellantis descendieron un 12,6 % en el segundo trimestre, con una facturación que ronda los 74.300 millones de euros. En paralelo, los envíos de vehículos cayeron un 6 %, situándose en torno a los 1,45 millones de unidades. Lo destacable en este caso es que las dificultades no solo se deben a factores externos, sino también a problemas de producto, especialmente los relacionados con los motores PureTech y BlueHDi, cuya fiabilidad ha sido objeto de múltiples críticas y ha perjudicado notablemente a marcas clave del grupo como Peugeot y Citroën.
Llama especialmente la atención que, a pesar del contexto adverso, la estructura industrial en España se mantenga sólida. Las plantas de Vigo, Zaragoza y Villaverde concentran más del 40 % de la producción automovilística nacional, lo que refleja la importancia estratégica del país para Stellantis en términos de volumen y eficiencia.
Reperfilamiento estratégico y expectativas para el segundo semestre
En junio se produjo un cambio en la cúpula del grupo con la llegada de Antonio Filosa como nuevo consejero delegado, en sustitución de Carlos Tavares. Este relevo ha ido acompañado de un reajuste estratégico que pone el foco en el desarrollo de modelos híbridos, el control de inventario y la revisión de proyectos de movilidad alternativa, como los basados en hidrógeno. La compañía busca así contener el deterioro financiero y reposicionarse en un mercado cada vez más competitivo.
De cara al segundo semestre, Stellantis confía en que los nuevos lanzamientos previstos, junto con las medidas adoptadas, contribuyan a revertir la tendencia negativa. La hoja de ruta incluye también una reestructuración operativa en Norteamérica, con ajustes temporales de plantilla en varias plantas, como respuesta directa a los nuevos aranceles del 25 %.
Por otro lado, la cotización bursátil ha reflejado con claridad la crisis interna: la acción ha acumulado una caída cercana al 40 % en lo que va de año. Este dato evidencia la pérdida de confianza por parte de los inversores y eleva la presión sobre la nueva dirección para entregar resultados tangibles en el corto plazo.
En un entorno marcado por la incertidumbre regulatoria y la transformación tecnológica, Stellantis afronta una de sus etapas más delicadas desde su creación. La eficacia de su plan de contención y reorientación será clave para determinar si el grupo es capaz de recuperar solidez financiera o si la caída se prolonga durante el resto del ejercicio.