China es uno de los países más familiarizados con los ciberataques y la piratería informática. Durante décadas, cibercriminales chinos han usurpado miles de archivos de empresas norteamericanas que contenían información crítica, con el objetivo de obtener una ventaja sobre Estados Unidos en campos como el diseño de chips. Pero ahora, tal como han concluido expertos y funcionarios después de un año de investigación, Pekín ha orquestado y dirigido una ofensiva tecnológica sin precedentes que ha durado más de un año. El asalto, perpetrado por un grupo de cibercriminales chinos conocido como Salt Typhoon, habría permitido robar contenido confidencial en un total de 80 países, aunque EE.UU. ha pagado, con diferencia, el precio más alto: los informes revelan que "casi todos los norteamericanos", así como poderosas empresas de telecomunicaciones del país, han sufrido robos de información. El ataque ha afectado incluso al presidente Donald Trump y al vicepresidente JD Vance, que fueron objetivo de los piratas informáticos durante la campaña presidencial del año pasado.
En una declaración conjunta en que han participado agencias de inteligencia de varios países, como Alemana, el Reino Unido, Italia, Finlandia y España, los funcionarios norteamericanos han asegurado que los ciberdelincuentes chinos "dirigen redes a escala mundial, incluyendo, entre otros, redes de telecomunicaciones, gubernamentales, de transporte, de alojamiento y de infraestructuras militares". El ataque, mucho más profundo de lo que habían previsto inicialmente los expertos, revela un largo esfuerzo coordinado del grupo para alcanzar un impacto de estas dimensiones. El informe vincula a los piratas informáticos con el estado chino, que habría financiado el grupo para que obtuviera datos críticos que, transmitidos posteriormente a los servicios de inteligencia, permitieron a Pekín explotar redes de comunicación globales y rastrear políticos, activistas disidentes y espías.
Un ataque dirigido contra Occidente
Funcionarios del Reino Unido y Estados Unidos han calificado el ataque de "descontrolado" e "indiscriminado" en una declaración que también incluía Australia, Canadá, Japón y Corea del Sur como signatarios. "No puedo imaginar que ningún norteamericano se haya salvado, dada la amplitud de la campaña," ha expresado Cynthia Kaiser, una exalta funcionaria de la división cibernética del FBI. Kaiser también ha asegurado que no está claro si el ataque informático tenía como objetivo robar datos de gente corriente o si estos fueron usurpados accidentalmente. Sea como sea, el alcance del asalto fue masivo y se dirigió específicamente contra funcionarios occidentales que trabajaban en seguridad u otros asuntos gubernamentales sensibles, según ha añadido el exmiembro del FBI. El informe también señala que varios miembros destacados del Partido Demócrata fueron objetivos de la ofensiva. En el 2021, la administración Biden acusó al gobierno chino de violar los sistemas de correo electrónico de Microsoft.
Escuchar llamadas, leer mensajes y acceder a archivos
Sin duda, el ataque de Salt Typhoon evidencia que las capacidades tecnológicas de China rivalizan con la de Estados Unidos y sus aliados, que ya temen que el gigante asiático expanda su dominio en este campo y se convierta en una amenaza para miles de usuarios —solo este grupo en concreto ha conseguido piratear y robar propiedad intelectual de EE.UU. por un valor de miles de dólares. Esta masiva operación cibernética tenía como objetivo dar a los funcionarios chinos la capacidad de "identificar y rastrear las comunicaciones y los movimientos de sus objetivos por todo el mundo", y, por lo visto, ha alcanzado sus objetivos satisfactoriamente. Según funcionarios británicos, las autoridades chinas consiguieron escuchar llamadas telefónicas, leer mensajes de texto y acceder a ficheros almacenados en los dispositivos de las víctimas. "Se trata de un asalto realizado con enorme sofisticación técnica, paciencia y persistencia", ha observado una destacada exfuncionaria de innovación digital de la CIA. Esta brecha global en la seguridad cibernética demuestra que las armas y tecnologías de última generación de China no se limitan a los misiles supersónicos y drones que desfilaron este miércoles por la plaza de Tiananmén, sino que se encuentran presentes y representan una amenaza también en el ciberespacio, un campo de batalla cada vez más importante.