La fiscalía de Milán ha abierto una investigación para localizar a los italianos que participaron en los llamados ‘safaris de guerra’ en la guerra de Bosnia, entre 1992 y 1996, y en los cuales viajaban al Sarajevo asediado para disparar contra civiles después de pagar grandes cantidades de dinero: entre 80.000 y 100.000 euros actuales, y el precio subía si se disparaba a niños. La denuncia, que tiene 17 páginas de largo, llega del escritor y periodista italiano, Ezio Gavazzeni, el exmagistrado Guido Salvini y la abogada Nicola Brigida, junto con Benjamina Karic, quien fue alcaldesa de Sarajevo entre 2021 y 2024, y que ha ido recogiendo información sobre los rumores que han persistido durante años de ricos viajando a Sarajevo para matar civiles desde las posiciones de los francotiradores.
“Lo que supe, de una fuente de Bosnia y Herzegovina, es que la inteligencia bosnia alertó a la sede local del Sismi (la actual AISI, la agencia de inteligencia italiana) a finales de 1993 de la presencia de al menos cinco italianos en las colinas que rodean Sarajevo, escoltados para disparar a civiles”, indica la denuncia que presentaba Ezzio Gavazzen el pasado mes de enero y que ahora recoge el fiscal Alessandro Gobbis, experto en antiterrorismo. El fiscal está dispuesto a llamar a los primeros testigos para localizar a los italianos que participaron en los safaris de guerra. El testigo que recoge la denuncia afirmaba que, como mínimo, participaron un hombre de Turín, uno de Milán y uno de Trieste, justamente la ciudad desde donde salían los vuelos de la aerolínea serbia Aviogenex con destino Belgrado.
El perfil de los ‘francotiradores de fin de semana’
La tesis de la investigación, que indaga en un posible delito de homicidio voluntario con el agravante de crueldad y motivos abyectos, es que había italianos que pagaban sumas, de entre 80.000 y 100.000 euros actuales, para ir a Sarajevo un fin de semana y poder disparar contra personas indefensas “por diversión”. El perfil que da la denuncia es de personas corrientes, próximas a círculos de la extrema derecha y con pasión por las armas que exhibían en campos de tiro o excursiones de caza, y que buscaban adrenalina de forma “sádica”. Entre los testimonios que están preparados para declarar hay un exoficial de inteligencia bosnio, que está dispuesto a relatar lo que le explicó un prisionero de guerra serbio capturado: el transporte de los “cazadores” desde Belgrado.
Se pagaba más por matar niños
Entre los posibles testigos también se encuentra un oficial de inteligencia esloveno, los padres de una niña asesinada en el “callejón de los francotiradores (Sniper Alley, en inglés)” y un bombero herido que, durante el juicio por crímenes contra la humanidad contra Slobodan Milošević, ya había hablado de “tiradores turísticos” con ropa y comportamiento que chocaban con el contexto: “Estoy entrenado y sé reconocer cuándo algún joven sin familiaridad con una zona llega conducido casi por una mano en un área que esta conoce bien”, afirmaba. También podría intervenir Mirovan Zupanic, el director esloveno del documental Sarajevo Safari, que documenta meticulosamente historias y testimonios sobre la posibilidad de que millonarios extranjeros pagasen por viajar a la capital bosnia y poder disparar contra seres humanos. Según apunta la denuncia, para matar niños se pagaba más, mientras que disparar a ancianos era gratuito. Durante la masacre de Sarajevo murieron 11.541 civiles, de los cuales 1.601 eran niños, y dejó más de 60.000 heridos.