En un momento de extrema tensión regional, el líder supremo de Irán, el ayatolá Alí Jamenei, habría activado un protocolo de emergencia para garantizar la continuidad del régimen en caso de morir en un posible ataque orquestado por Israel o los Estados Unidos. Según ha revelado The New York Times, citando fuentes iraníes con conocimiento directo de los planes de guerra, Jamenei ha suspendido las comunicaciones electrónicas, se ha replegado en un búnker y solo mantiene contacto con sus mandos a través de un ayudante de máxima confianza. Desde su escondite, el líder ha nombrado a tres altos religiosos —entre los cuales hay figuras principales del clericato chií— como posibles sucesores, un gesto inédito que refleja la gravedad del momento. También ha delegado responsabilidades dentro de la jerarquía militar para garantizar la continuidad de las operaciones en caso de perder más mandos clave.
Desde el inicio de los bombardeos israelíes, el líder supremo de Irán ha activado una serie de medidas extraordinarias para garantizar la continuidad del régimen en caso de hundimiento institucional. Y es lógico: los ataques aéreos, justo una semana después de haber empezado, ya se han convertido en la mayor ofensiva militar contra territorio iraní desde la guerra con Iraq en los años ochenta. El impacto ha sido especialmente devastador en Teherán, donde las explosiones han causado más destrucción que la que provocó Sadam Huseín durante ocho años de conflicto. Sin embargo, el régimen ha conseguido superar el choque inicial y reorganizar sus estructuras con una rapidez sorprendente. En pocos días, Irán ha lanzado contraataques diarios dirigidos a Israel, golpeando objetivos como un hospital, la refinería de Haifa, edificios religiosos y zonas residenciales, en una escalada que apunta a un conflicto cada vez más difícil de contener.
En este contexto de escalada militar sin precedentes, el ayatolá Jamenei, de 86 años, es plenamente consciente de que podría ser objeto de un intento de asesinato por parte de Israel o, incluso, de los Estados Unidos. Según las fuentes iraníes citadas por The New York Times, el líder supremo considera que morir en estas circunstancias sería una forma de martirio. Sin embargo, no ha dejado nada al azar: desde el lugar desconocido donde permanece refugiado, ha ordenado a la Asamblea de Expertos —el órgano religioso encargado de designar al líder supremo— que, en caso de su muerte, elija de manera inmediata a un sucesor de entre los tres nombres que él mismo ha proporcionado y que son desconocidos. Esta decisión excepcional, nunca vista durante su largo mandato, llega después de que el presidente norteamericano, Donald Trump, asegurara que la Casa Blanca era consciente de cuál era su ubicación exacta y podía abrir fuego si lo encontrara necesario.
En condiciones normales, el proceso para escoger a un nuevo líder supremo podría alargarse durante meses, con debates internos dentro del clericato y múltiples nombres encima de la mesa. Pero con Irán inmerso en una guerra abierta, Jamenei quiere evitar cualquier vacío de poder. Según las mismas fuentes, el ayatolá busca garantizar una transición rápida y ordenada, que asegure tanto la estabilidad del régimen como la preservación de su legado. La sucesión ha sido siempre un tema extremadamente delicado y casi tabú, tratado solo en círculos políticos y religiosos con un velo de rumores y especulaciones. No es extraño: el cargo de líder supremo concentra prácticamente todo el poder en Irán. Es el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, dirige los tres poderes del Estado —judicial, legislativo y ejecutivo— y, como Vali Faqih, ostenta la máxima autoridad religiosa en el seno del islam chií.