La semana pasada, Israel lanzó una serie de ataques aéreos contra el Irán, afirmando que su objetivo era frenar el avance del programa nuclear iraní. Según el gobierno israelí, Irán se estaba acercando a un punto de no retorno en su investigación de armas nucleares. No obstante, las agencias de inteligencia norteamericanas no comparten esta visión. Fuentes próximas a estas valoraciones aseguran que Irán no está activamente buscando desarrollar un arma nuclear e, incluso si lo hiciera, podría tardar hasta tres años en tener la capacidad de construirla y lanzarla.
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Aunque un alto cargo de los EEUU dijo que Irán está "el más cerca posible" de poder fabricar una bomba, otros informes indican que los ataques israelíes solo habrían conseguido retrasar el programa nuclear iraní unos pocos meses. Las instalaciones en Natanz, esenciales para enriquecer uranio, fueron dañadas, pero Fordow —un centro de gran importancia y fortificación soterrada— se mantuvo intacto. Los expertos afirman que Israel no puede atacar eficientemente Fordow sin el apoyo militar de los Estados Unidos, especialmente con respecto a bombas antibunkeres y aviones como los B-2.
Trump y la gestión de los conflictos
Este contexto ha planteado un dilema para la administración de Donald Trump, que quiere evitar implicarse en un nuevo conflicto en el Oriente Próximo. A pesar de su deseo de mantenerse en el margen, Trump reconoce que la única manera de destruir completamente la infraestructura nuclear iraní es con ayuda militar norteamericana. Eso ha generado debate dentro de su gobierno entre los asesores más aislacionistas y los partidarios de un apoyo activo a Israel.
Trump ha dejado la puerta abierta a una posible intervención, pero de momento afirma que los EEUU no están implicados. Desde la cumbre del G7, instó a Israel e Irán a abrir negociaciones antes de que la situación empeore. Mientras tanto, el Mando Central de los Estados Unidos, responsable de las operaciones militares en la región, considera que el riesgo es más alto que el que indican las agencias civiles de inteligencia. En consecuencia, el grupo de combate del portaaviones USS Nimitz se desplaza hacia el Oriente Próximo, y otros recursos navales reposicionan para reforzar la defensa de Israel.
¿Información contradictoria?
Una de las divergencias clave entre Israel y los EE.UU. radica en la interpretación de la misma información. La directora de inteligencia nacional, Tulsi Gabbard, declaró al Congreso que Irán no está desarrollando un programa de armas nucleares activo. Sin embargo, Trump rechazó a este testimonio afirmando que cree que Irán está "muy cerca" de conseguir el arma. Netanyahu, por su parte, defiende que Israel dispone de pruebas claras que Teherán avanza rápidamente en un proyecto secreto para militarizar el uranio.
El Organismo Internacional de la Energía Atómica también ha alertado de que Irán tiene bastante uranio enriquecido para fabricar hasta nueve bombas nucleares, aunque todavía falta desarrollar un sistema de lanzamiento, un proceso que podría requerir mucho más tiempo. Hay miedo entre los analistas que los ataques israelíes puedan empujar a Irán a perseguir activamente un programa de armas, cosa que, según algunas fuentes, hasta ahora no había hecho.
Finalmente, la instalación de Fordow sigue siendo el principal punto crítico: es casi inaccesible sin apoyo de los EEUU. Si Israel no la puede neutralizar, muchos expertos consideran que el problema puede empeorar y hacer más probable que Irán opte finalmente por desarrollar armas nucleares.