Cuando se habla de Groenlandia, a menudo se piensa en paisajes helados y comunidades remotas, pero detrás de esta imagen hay un país joven que vive una transformación profunda, con retos sociales que condicionan su futuro. Según explica el policía Emil Krogh, destinado en Nanortalik durante tres años, la situación social es compleja: “No es porque la gente no quiera, sino que hay tan pocas personas que cuando una no puede venir, no hay nadie para sustituirla. Es un sistema muy frágil. Basta con que una persona clave no pueda participar para que todo se derrumbe”. Por este motivo, para Krogh, la realidad de Groenlandia no se puede entender sin tener en cuenta las dificultades personales que viven muchas personas: “No es que no les importe, sino que cada uno tiene sus propios problemas, y ayudar a otros cuando tú mismo estás pasando por un momento difícil”. En este sentido, esta fragilidad social tiene consecuencias directas en la manera como la comunidad se organiza y se desarrolla.
➕ Imaqa: la palabra en groenlandés que todo extranjero acaba odiando (o amando)
Otro punto de vista, con una experiencia más social y humana, lo proporciona la también agente danesa Susan Pedersen, que también eligió voluntariamente trabajar en Nanortalik. Pedersen, que estuvo sobre el terreno unos siete meses, destaca que su decisión fue un reto personal: “Quería ponerme a prueba, vivir una experiencia que me cambiara. A menudo somos nosotros, los agentes, quienes elegimos ir, no hay órdenes de servicio. Para mí, fue un salto hacia la superación”. Su mirada aporta una perspectiva directa sobre la convivencia con la comunidad y la manera como la policía se integra en un entorno donde la naturaleza y la cultura son claves.

Nanortalik / Anna Solé Sans
Groenlandia: ¿un camino hacia la independencia?
Tanto Krogh como Pedersen coinciden en que para que Groenlandia pueda avanzar hacia una independencia real, debe superar grandes retos estructurales. Cabe remarcar, en este sentido, que Groenlandia supone más del 98% del territorio danés y que, la policía, en este territorio autónomo, es danesa. Pedersen insiste en que “para que sean independientes, se necesitaría un sistema educativo más fuerte, mejores opciones de transporte, más inversiones en las comunidades locales y un sistema escolar estable”. Además, añade que "se requiere un cambio cultural muy grande, y eso no será fácil ni rápido". "Es difícil mantener a la gente en los pueblos cuando hay tan pocos servicios, y eso afecta mucho al desarrollo del país", subraya. De este modo, el agente constata que "la comunidad local está muy unida, donde ‘todo el mundo habla con todo el mundo’, pero la realidad política y social del país hace que todavía haya mucho trabajo que hacer antes de poder hablar de una independencia plena”.

En esta misma línea, Krogh apunta que, a pesar de la buena voluntad de la gente, “es un país que se está desarrollando rápidamente, pero aún tiene muchos problemas por resolver”. Y pone el acento en la necesidad de inversiones: “Si quieren ser independientes, necesitan mejores infraestructuras y servicios que hagan viable la vida cotidiana en los pueblos”.
El alcoholismo y las adicciones: un punto de lucha clave
El alcoholismo y las adicciones representan uno de los principales obstáculos para el bienestar y el desarrollo de la sociedad groenlandesa. Tanto Krogh como Pedersen coinciden en señalar las graves consecuencias sociales, especialmente entre las familias y los jóvenes. Según Pedersen, el consumo de alcohol está muy generalizado y a menudo tiene una función emocional: “Muchos han vivido cosas terribles en sus vidas, así que a veces la gente usa el alcohol para escapar de la realidad. Algunos también pasan por momentos tristes, donde la alegría y el ambiente bueno se convierten en fiestas con alcohol”. Esta necesidad de huir de una realidad difícil hace que, tal como dice la agente, “beban tanto que pierden la consciencia, mientras también tienen niños y familia en casa para cuidar".
El impacto sobre la infancia es especialmente grave. Pedersen explica que “si vemos alcohol con niños, o adultos que están borrachos con niños, hacemos un informe al ayuntamiento, que decide si los niños pueden quedarse en casa o deben ir a otra familia”. Esta realidad, que afecta a los derechos y la seguridad de los niños, pone en evidencia la necesidad de actuar de forma preventiva y estructural. Por su parte, Krogh subraya que la mayoría de los delitos que se cometen en la zona tienen lugar bajo los efectos de sustancias: “El crimen que tenemos aquí es casi siempre relacionado con el alcohol o las drogas”. Según él, el consumo excesivo transforma a personas que, en condiciones normales, no tendrían comportamientos violentos ni delictivos.

Además, Krogh también señala cómo este contexto de adicciones impacta en el trabajo policial y en la convivencia: “No tenemos bandas, ni gente que quiera ser señor del crimen, ni cosas extremas. El problema no es estructural como en otros países. Es más simple, pero también más triste: la gente bebe, pierde el control, y todo se rompe”. Tanto Krogh como Pedersen destacan que el alcohol está profundamente arraigado a la manera de socializarse en Groenlandia. “Es un lugar donde no hay mucho que hacer, a diferencia de Dinamarca”, dice Pedersen. “La manera como pasan tiempo juntos y se sienten felices es, a veces, a través de fiestas con alcohol”. Esta falta de alternativas de ocio y ocupación hace que las adicciones sean también un síntoma de un vacío más grande: la ausencia de oportunidades vitales y de un sistema de apoyo emocional fuerte.
Ante esta realidad, Pedersen reconoce que “no sé si las campañas públicas ayudarían. Quizás se trata más de un cambio cultural muy grande”. En otras palabras, el problema de las adicciones no se puede abordar solo con medidas individuales o punitivas: requiere una transformación profunda que toque aspectos como la educación, el ocio, la salud mental y la cohesión social.
Los suicidios, el tema tabú de Groenlandia
Uno de los temas más duros y difíciles de afrontar en Groenlandia es el suicidio. Tanto para las autoridades como para las comunidades locales, se trata de una herida abierta. Pedersen lo explica con crudeza: “El suicidio es un tema muy duro en Groenlandia. Muy triste. Recuerdo que tuvimos tres suicidios mientras estaba allí. Eran todos hombres. Es muy difícil, porque a menudo conocíamos a quién era, y las circunstancias eran trágicas". Esta proximidad con las víctimas impacta fuertemente en los agentes destinados a las localidades más pequeñas. “Los policías locales estaban afectados porque los conocían, y ver a nuestros amigos del pueblo tristes fue muy duro. Nosotros lo gestionamos de la manera más profesional posible, pero también nos afecta”, añade Pedersen.

En esta línea, Krogh, que vivió tres años en la misma localidad, confirma el peso que tienen las adicciones y las dificultades personales en muchos de los casos que atiende la policía: “Cuando la gente no está bajo los efectos del alcohol o drogas, son muy buenas personas. Pero la mayoría de los problemas aparecen cuando hay sustancias de por medio”. Aunque no habla explícitamente de casos concretos de suicidio, su descripción de un entorno con “muchos problemas sociales no resueltos” y una comunidad “frágil emocionalmente” ayuda a entender el contexto donde estas tragedias se enmarcan.
Groenlandia se encuentra en un punto crítico donde las dificultades sociales, las adicciones y los altos índices de suicidio no son solo problemas aislados, sino síntomas de una realidad mucho más profunda. No se trata solo de una cuestión de inversión o infraestructuras, sino de un reto cultural y humano que exige una mirada honesta y sin filtros. Hablar de independencia implica reconocer que no basta con voluntad política: es necesario enfrentar y transformar de manera real y sostenida estas fragilidades sociales. Las experiencias de los agentes que trabajan allí evidencian que el camino es largo y complejo, y que las soluciones no pasan por discursos simplistas ni por visiones idealizadas, sino por un compromiso real que incluya a toda la comunidad. Es un recordatorio de que la construcción de un futuro mejor pide aceptar las realidades más difíciles y trabajar en ellas de manera honesta y persistente.