En Groenlandia, nada es seguro. Ni los vuelos, ni los horarios, ni siquiera el tiempo. Y no porque no haya tecnología o infraestructuras, sino porque la naturaleza sigue mandando con una autoridad incontestable. De esta realidad nace una palabra que, para muchos forasteros, puede ser tan desesperante como fascinante: "imaqa". Cuando la escuchas por primera vez y te explican el significado, hace gracia. La encuentras divertida y muy útil en el día a día. Aprender palabras nuevas, siempre hace ilusión. A veces, es difícil porque no las recuerdas y te las tienen que repetir varias veces. Con "imaqa" no pasa.
"Imaqa" quiere decir "quizás". Pero no es un quizás cualquiera. No es aquel "quizás" educado que se dice para no quedar mal. Ni tampoco aquel "quizás" que esconde un "no" disfrazado de diplomacia. El imaqa groenlandés es una forma de vida. Es más que una simple palabra. Es el reconocimiento explícito que el control es una ilusión, y que no, no hay manera humana de saber si el vuelo saldrá mañana, si el barco con la comida llegará hoy, o si hará sol para hacer actividades al aire libre.
El contraste para quien viene de fuera, sobre todo de culturas donde todo está planificado al milímetro, el choque puede ser considerable. Brutal. Los horarios son orientativos. Los planes, una propuesta. La meteorología, una lotería. Y el "quizás" se convierte en una respuesta válida —e incluso habitual— a preguntas que, en cualquier otro lugar, requerirían una afirmación rotunda. ¿Desaparecerá la niebla? Imaqa. ¿Vendrá el barco con productos frescos? Imaqa. ¿Estará abierta la tienda? Imaqa.

Esta ambigüedad radical puede generar una especie de ansiedad o desazón a cualquier persona que esté acostumbrada a planificar las cosas sin márgenes. Pero también puede resultar, paradójicamente, liberadora. Porque ante la evidencia de que nada depende de ti, el cuerpo baja la guardia. Aceptar el imaqa es, en cierta manera, dejar de intentar dominar el imposible.
Y quizás por eso esta pequeña palabra se ha convertido, con el tiempo, en un icono lingüístico entre los que han pasado una temporada en Groenlandia. Primero hace gracia. Es una palabra bonita, divertida y original. Cuando empiezas a ver el significado real, es posible sentir cierta frustración, especialmente al ver que no tienes control de nada. Después, la resignación. Y finalmente, visto en perspectiva, llega la fascinación. Donde una persona organizada y planificadora ve caos, otra ve realidad.
En un mundo cada vez más acelerado, donde todo tiene que estar confirmado, previsto y compartido con días de antelación, la palabra imaqa se hace difícil de aceptar. Pero, a veces, hace mucha falta. No todo puede estar bajo control, hay veces que es imposible dominar ciertas cosas. El tiempo que hará mañana para planificar, saber si podrás comer una ensalada con productos frescos o saber si podrás volver a casa cuándo lo habías planificado. Imaqa, después de todo.
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