Cuando Kim Jong-un llegó este martes a Pekín en su tren blindado, hacía cinco años que no se veía las caras con el presidente chino, Xi Jinping. En la última cumbre entre los dos líderes, celebrada el 2019, uno de los temas más tratados fue la retirada de las armas nucleares de Corea del Norte, cuestión que parecía preocupar al gigante asiático. Este viernes, una vez anunciados los resultados de la reunión bilateral entre Kim y Xi, la desnuclearización del hermético régimen norcoreano no ha constado entre los temas abordados. Este detalle, aparentemente minoritario e irrelevante, marca una importante victoria diplomática para Kim, quien, desde hace años, busca que su país sea reconocido como una nueva potencia nuclear mundial. Si bien China no ha dado apoyo directo a Pyongyang en la evolución de su programa atómico, el hecho de que ya no se oponga formalmente a esta idea marca un hito histórico para un régimen que, desde el 2006, ha llevado a cabo seis pruebas con este tipo de arsenal, y se estima que dispone de unas 50 ojivas nucleares.

A rasgos generales, al viaje de Kim a la cumbre de Pekín ha servido para impulsar el papel de Corea de Norte como actor geopolítico en auge, y para fortalecer los lazos diplomáticos con China y Rusia. El líder norcoreano ha interactuado en todo momento con su homólogo chino como si el tiempo no hubiera pasado entre ambos y, después del encuentro bilateral, Kim ha celebrado el inicio de un nuevo y profundo capítulo en las relaciones con su camarada asiático. "Al margen de los cambios que se produzcan en la arena internacional, la amistad entre Corea y China no cambiará", ha asegurado. Xi Jinping ha respondido con idéntico entusiasmo: "China y Corea comparten un destino común", ha dicho. Kim también ha tenido oportunidad de reunirse y estrechar los vínculos con Vladímir Putin, a quien ha ayudado notablemente en el esfuerzo bélico en Ucrania: hasta 2.000 soldados norcoreanos han muerto luchando al lado de Rusia, según la última estimación publicada esta semana por funcionarios de inteligencia surcoreanos. Putin volvió a agradecer profusamente el compromiso de Kim con la causa en la cumbre que mantuvieron este jueves.

Impunidad para continuar con un programa nuclear delirante

A medida que se han fortalecido los lazos entre Moscú y Pyongyang, Xi ha vuelto a colocar a Kim dentro de su órbita de confianza, seis años después del último encuentro entre los dos. Durante el ostentoso desfile de las fuerzas armadas chinas en la plaza de Tiananmén, que recordó el poder militar de China y su liderazgo en la creación de un nuevo orden global alternativo al dominio de Estados Unidos, Kim y Putin flanqueaban Xi en la plataforma de observación. La poderosa escena de los tres líderes, televisada por todo el mundo, transmitía una clara imagen de solidaridad y confianza, a la vez que impulsaba la narrativa de Kim de una "neoguerra fría": en un mundo cada vez más desestabilizado, Pyongyang tendrá un gran papel a la hora de poner fin al dominio "unipolar" de Washington, cree al dictador. Y, para demostrarlo, Kim Jong-un busca promover su arsenal atómico, mostrando al mundo el alcance de la pujante tecnología norcoreana. Ahora, amparado bajo el paraguas de una firme relación con Moscú y Pekín, no tendrá ningún impedimento para seguir llevando a cabo pruebas nucleares consideradas ilegales y testando misiles que, en numerosas ocasiones, pasan peligrosamente cerca de territorios como Corea del Sur o Japón.

De sancionar Corea del Norte a hablar de "asunto cerrado"

Kim también puede estar orgulloso de otra victoria diplomática de alcance global, ya que Corea del Norte ha pasado de ser sancionada unánimemente por el Consejo de Seguridad de la ONU —como consecuencia, nuevamente, de sus programas nucleares y de misiles— a recibir la aprobación de los miembros permanentes de este órgano, es decir, Rusia y China. Este hecho resulta especialmente revelador si se tiene en cuenta que, durante mucho tiempo, tanto Moscú como Pekín compartían el objetivo de EE.UU. de limitar las capacidades nucleares de Pyongyang, llegando a sumarse, en dos ocasiones —2016 y 2017—, a la imposición de duras sanciones económicas contra el régimen de Kim Jong-un. Aquellos signos de cooperación se fueron hundiendo a medida que se intensificaba la competencia estratégica entre Washington y Pekín, y con el inicio de la invasión rusa de Ucrania desaparecieron por completo.

Ahora, recuperada la amistad con Kim Jong-un, tanto Rusia como China utilizan su poder de veto en el Consejo de Seguridad para sofocar cualquier intento de EE.UU. de imponer sanciones a Corea del Norte, dando al país impunidad para continuar con sus delirantes pruebas nucleares y de misiles. En el 2024, el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, ya afirmó que la idea de una desnuclearización del país asiático era "un asunto cerrado". En un momento en que la tríada Kim-Xi-Putin vive su mejor momento, los analistas descartan la posibilidad de un encuentro directo entre el dictador norcoreano y Donald Trump, tal como sucedió por primera vez en el 2019, durante el primer mandato del republicano.

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