En pleno momento de incertidumbre geopolítica y tensiones globales, China realizará este miércoles una gran demostración de poder diplomático y militar. En el marco de los ochenta años del final de la Segunda Guerra Mundial, un ostentoso desfile militar tendrá lugar en Pekín, donde asistirán numerosos líderes internacionales. El acontecimiento, que se enmarca en la 25.ª cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), es visto por el presidente chino, Xi Jinping, como una oportunidad para exhibir músculo ante Occidente, en un momento en que Pekín todavía intenta cerrar unos arriesgados acuerdos comerciales con los Estados Unidos de Donald Trump. Con la asistencia confirmada de países como Rusia, Corea del Norte o la India, la cumbre de la OCS articulada por Xi acogerá hasta veintiséis mandatarios que, conjuntamente, representan a un 42% de la población mundial, factor que ilustra el desplazamiento hacia Oriente —la cumbre solo cuenta con la participación de dos líderes occidentales— del centro de gravedad del poder global.

Si bien no todos los mandatarios invitados a la cumbre asistirán al desfile militar —cómo es el caso del primer ministro indio, Narendra Modi, y el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan—, la lista de líderes que se desplazarán hasta la plaza de Tiananmén, escenario de las celebraciones, es sustancial, e incluye líderes de algunos de los países más sancionados por Occidente. El presidente ruso, Vladímir Putin, y el norcoreano, Kim Jong-un, aparecerán juntos por primera vez en un acto público al lado de Xi, donde también se espera ver al presidente iraní, Masoud Pezeshkian. Este poderoso cuarteto ha sido descrito por los analistas políticos y económicos occidentales como "el eje de agitación". Otras figuras destacadas que asistirán al acontecimiento son la jefa de la junta de Myanmar, Min Aung Hlaing, que prácticamente nunca viaja al extranjero; Aleksandr Lukashenko, presidente bielorruso y socio de confianza de Putin; o, con respecto a los únicos líderes occidentales, el primer ministro de Eslovaquia —estado miembro de la UE—, Robert Fico, y Aleksandar Vučić, presidente de Serbia. Fico se ha opuesto a sancionar Rusia por la guerra contra Ucrania y ha roto filas con los miembros de la Unión visitando Moscú. Vučić, por su parte, también visitó la capital rusa en mayo y busca ahora tejer vínculos China, aunque, según dice, Serbia continúa comprometida con la adhesión a la UE.

Pekín exhibe músculo militar

La presencia de estas figuras al lado de Xi Jinping envía un claro mensaje a Occidente, que, al mismo tiempo, podrá contemplar la potencia militar del Ejército Popular de Liberación en su máximo esplendor. El acontecimiento, minuciosamente calculado, es uno de los mayores que realiza China en los últimos años. Xi Jinping ha puesto toda la leña al fuego, ordenando el despliegue de los mejores aviones de combate, sistemas de defensa antimisiles y armas hipersónicas, prodigios militares que son el resultado de una larga campaña de modernización del ejército chino. Se espera también que China muestre su nuevo misil balístico de alcance intermedio DF-26, denominado por los medios chinos "el asesino de Guam" por su capacidad de impactar sobre esta base norteamericana del Pacífico —incluso con potencia nuclear, si fuera necesario. Según los analistas, esta ostentosa exhibición de poder militar está diseñada para impedir que EE.UU. represente una amenaza para la seguridad nacional de China.

Un nuevo orden global liderado por China

Al margen de las cuestiones militares, los expertos coinciden en que el acontecimiento busca poner sobre la mesa la creciente influencia de Xi sobre un grupo de naciones que, lideradas por Pekín, tienen como objetivo remodelar la orden global imperante, dirigido por Occidente. De momento, Xi ya se ha reunido con Modi, en un momento en que los vínculos de la india con EE.UU. se han deteriorado notablemente después de que Trump haya duplicado los aranceles s las exportaciones indias hasta el 50%. En este sentido, la cumbre de la OCS llega en un momento muy oportuno para el gigante asiático, que buscará reforzar las relaciones con todos aquellos países que han perdido la confianza en la Casa Blanca. De momento, Xi ha prometido 2.000 millones de yuanes —unos 250 millones de euros— en subvenciones a los países que han participado en la cumbre, así como la creación de un Banco de Desarrollo que proporcionará una base más sólida para la cooperación económica y de seguridad del bloque. En última instancia, el acontecimiento también servirá para consolidar el poder interno de Xi y la popularidad del Partido Comunista de China, que, este año, ha preparado una campaña para promover la "visión correcta" de la Segunda Guerra Mundial, enfatizando el papel fundamental de Pekín y Moscú en la lucha contra las fuerzas fascistas en Asia y Europa. Según la visión del gobierno chino, su papel en la lucha contra Japón durante el conflicto ha sido "deliberadamente ignorado y subestimado" por fuerzas occidentales.

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