Gran parte de los 473 tripulantes de la Global Sumud Flotilla, detenidos por el ejército israelí cuando intentaban romper el bloqueo naval sobre la Franja de Gaza, han sido trasladados a la prisión de Saharonim, una instalación remota en el desierto del Néguev, junto a la frontera con Egipto. Este centro, concebido inicialmente para detener a inmigrantes en situación irregular, se ha convertido en el lugar de reclusión para los activistas internacionales mientras se evalúa su situación judicial. Según el equipo jurídico de la Flotilla, las primeras audiencias se han celebrado sin la presencia de abogados, hecho que denuncian como una “violación del derecho fundamental a la defensa”. Los tripulantes fueron remolcados al puerto de Asdod poco después de ser interceptados, y de allí trasladados a Saharonim, donde permanecen a la espera de que se decida si continúan detenidos o si son puestos en libertad bajo fianza a la espera de su deportación.

El centro penitenciario de Saharonim está situado literalmente en medio del desierto, lejos de cualquier núcleo urbano. La ciudad más cercana es Beerseba, a más de una hora de distancia por carretera. Este aislamiento no es casual, ya que la prisión es conocida por ser el centro donde el gobierno de Benjamin Netanyahu envía habitualmente a personas migrantes en situación irregular y solicitantes de asilo. Está ubicada en Ketziot, una localidad remota del Néguev, junto a la frontera con Egipto. Según ha explicado a la agencia Efe el abogado Gonen Ben Itzhak, que defiende a nueve ciudadanos italianos que viajaban en la Flotilla, "Saharonim fue construida específicamente para retener a inmigrantes, en el momento en que Israel intentaba detener a quienes llegaban para buscar trabajo". Para el abogado, la decisión de llevar ahora a los voluntarios de la Flotilla no es inocente, sino que responde a un cálculo logístico. "Está muy lejos y es muy difícil llegar", ha asegurado.

Saharonim abrió sus puertas en 2007 con el objetivo declarado de “dar respuesta a la población de infiltrados que entraban en el territorio del Estado de Israel a través de la frontera con Egipto”, según el Servicio Penitenciario israelí. Aquellos primeros detenidos eran, en gran parte, personas procedentes de Eritrea, Sudán y otros países africanos, que buscaban asilo o una oportunidad laboral. Con el tiempo, la prisión se ha convertido en la más grande de las cuatro instalaciones previstas para este tipo de custodia, con una capacidad total de hasta 8.000 personas. Inicialmente concebida como una prisión tradicional, con el paso de los años se amplió para incluir espacios específicos para retener a trabajadores migrantes considerados “ilegales” por las autoridades israelíes. Hoy en día, la mayoría de los que están recluidos son llamados “residentes”, una categoría jurídica difusa que ha sido denunciada por organizaciones de derechos humanos.

Con un historial polémico

Con un historial lleno de controversias, la prisión de Saharonim ha estado en el centro del debate sobre el trato que Israel da a los migrantes y solicitantes de asilo. El 24 de junio de 2013, 350 detenidos —principalmente eritreos— iniciaron una huelga de hambre en los bloques 3 y 4 para denunciar sus condiciones de reclusión. En una carta escrita en hebreo, uno de los huelguistas relataba cómo habían huido de persecuciones, torturas y violaciones en el Sinaí con la esperanza de encontrar protección en Israel, pero terminaron sufriendo un “castigo duro” sin saber por qué. Ante esta situación, en septiembre del mismo año el Tribunal Supremo de Israel declaró inconstitucional el encarcelamiento prolongado de migrantes africanos y ordenó la liberación de los reclusos en un plazo de 90 días. Sin embargo, el gobierno respondió con una nueva legislación que permitía su detención durante un año y preveía medidas como la retención indefinida en centros “abiertos”, sin revisión judicial. A principios de 2014, 2.500 personas —incluyendo 41 niños— estaban encarceladas allí.