En el Partido Republicano de Estados Unidos ha emergido una división interna notable a raíz de la gravedad de la crisis humanitaria en Gaza; las diferencias entre sus diversas familias ideológicas son cada vez más evidentes. El llamamiento del presidente Donald Trump a enviar ayuda adicional al territorio palestino, apelando a la situación crítica de los niños, ha abierto una brecha dentro del partido y lo ha situado en desacuerdo con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu. Mientras que una parte del Grand Old Party (GOP) mantiene una defensa sin fisuras del gobierno israelí, otras voces —incluyendo figuras habitualmente alineadas con el movimiento Make America Great Again— empiezan a desmarcarse. Es el caso de Marjorie Taylor Greene, congresista republicana de Georgia y aliada destacada de Trump, que esta semana ha tachado lo que pasa en Gaza de "genocidio", dejando entrever que, incluso dentro del universo conservador más fiel al magnate republicano, crecen las voces críticas con la ofensiva israelí.

El enfrentamiento en las filas republicanas es real desde el momento en que Greene criticó duramente a su compañero de partido Randy Fine por haber afirmado que los habitantes de Gaza tendrían que "morir de hambre" hasta que Hamás libere a los rehenes israelíes. Lo hizo en el mismo tuit en el que hablaba abiertamente de genocidio en la Franja. Este choque ilustra el giro radical que ha protagonizado Greene en relación con el conflicto: si bien había sido una defensora incondicional de Israel —hasta el punto de liderar una resolución en 2023 para censurar a la congresista demócrata Rashida Tlaib por sus mensajes propalestinos—, ahora se erige como una de las voces republicanas que expresan más indignación por la crisis humanitaria en el enclave. Su declaración supone un cambio de posición brusco y significativo, sobre todo teniendo en cuenta que desde el ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023, la práctica totalidad de representantes republicanos han dado apoyo de forma casi incondicional a la campaña militar de Israel.

El giro discursivo de Greene no es un caso aislado, sino la expresión más visible de un debate creciente dentro del Grand Old Party. Aunque la postura mayoritaria después del 7 de octubre ha sido claramente favorable a la respuesta militar israelí, la hegemonía de este discurso se empieza a tambalear entre los republicanos. Diferentes voces del partido, algunas de alto perfil, han introducido matices abiertamente críticos, especialmente a raíz de la crisis humanitaria creciente en Gaza. Un ejemplo en esta línea es el del líder de la mayoría republicana en el Senado, John Thune, que recientemente declaró en rueda de prensa que "cuando ves a gente sufriendo por una necesidad como esta —el hecho de comer—, hay que querer ayudar a aliviar este dolor". Thune insistió en que hay que hacer todo el posible para acabar con "el hambre que afecta a tanta gente de esta región".

Ahora bien, este nuevo posicionamiento no es compartido por todo el Partido Republicano. Varios dirigentes siguen defendiendo una línea dura y se muestran reticentes a modificar la política de alianzas tradicionales. Figuras como el senador Lindsey Graham, de Carolina del Sur, han rechazado frontalmente la idea de Greene de que se esté produciendo un genocidio en Gaza y se oponen a cualquier iniciativa para ampliar la ayuda humanitaria si no va estrictamente condicionada a la liberación de los rehenes. "No", respondió Graham cuando se le preguntó si el Congreso tendría que hacer más en este sentido. En la misma línea se expresaba el senador Ron Johnson, de Wisconsin, que considera que la solución al conflicto tendría que recaer en otros gobiernos y que el Congreso no debería intervenir con más fondos.

No se trata de un caso aislado

A pesar de las críticas internas, Greene no es una voz aislada entre los republicanos. Algunos colegas han empezado a secundar su cambio de tono y denunciar públicamente la situación humanitaria en Gaza. Es el caso del congresista Lance Gooden, que en un tuit contundente expresó su rechazo a la hambruna que asola a los niños palestinos. "Estar del lado de Israel (...) también significa rechazar la matanza y el hambre de niños en Gaza", escribió, añadiendo que hay que permitir la entrada de ayuda humanitaria en el territorio asediado. Según su opinión, poner fin a esta crisis alimentaria no solo salvaría vidas infantiles, sino que impediría que Hamás siga utilizándolos como escudos humanos o elementos de propaganda. Greene ha celebrado y aplaudido públicamente la postura de su compañero, señalando que hay que "hablar claro" sobre las consecuencias humanitarias del conflicto si se quiere preservar la coherencia moral y estratégica de Estados Unidos.

El debate sobre Gaza también ha tenido un peso relevante esta semana en el Capitolio. El martes, mientras los republicanos del Senado se apresuraban a confirmar nuevos candidatos propuestos por Trump, varios senadores del GOP evitaron responder cualquier pregunta relacionada con la crisis humanitaria. Este silencio contrastaba con la actitud de los demócratas, que cerraron filas para reclamar una respuesta más contundente. Un grupo de cuarenta congresistas del partido envió una carta al Despacho Oval exigiendo una ampliación significativa de la ayuda a Gaza. La senadora Jacky Rosen, de Nevada, que lideró la iniciativa, recordaba que hay que actuar de manera urgente: "Tenemos que asegurarnos de que abordamos el sufrimiento en Gaza. Hay personas inocentes que son utilizadas por Hamás, y no podemos ignorarlo".