El canciller alemán Friedrich Merz ha roto esta semana con la línea tradicional de apoyo incondicional a Israel y ha adoptado un tono marcadamente más crítico con la campaña militar de Benjamin Netanyahu en Gaza. En un momento en que Francia y el Reino Unido también han amenazado con represalias diplomáticas —aunque sin resultados tangibles sobre el terreno—, Berlín ha dado un paso de gigante al cuestionar abiertamente la justificación de los bombardeos y la hambruna sistemática en el enclave palestino. Aunque la seguridad de Israel ha sido durante décadas una Staatsräson —una razón de Estado fundamental para Alemania—, Merz ha dejado claro que este principio no puede servir para legitimar cualquier acción. El lunes, el canciller expresó que el actual nivel de ofensiva militar israelí ya no se puede justificar en nombre de la lucha contra Hamás, y exigió el cese inmediato de las expulsiones forzosas y de la estrategia de hambruna en Gaza.
Al día siguiente de las declaraciones de Merz, el ministro de Asuntos Exteriores, Johann Wadephul, condenó con firmeza la ofensiva militar israelí en Gaza durante un diálogo con su homólogo español, José Manuel Albares. Sin embargo, Wadephul precisó que Alemania no interrumpirá, de momento, el suministro de armas ni el apoyo al acuerdo de asociación entre la Unión Europea (UE) e Israel. "Como amigos, tenemos que ser capaces de criticar cuándo la operación israelí se vuelve intolerable", justificó, a la vez que repetía las exigencias de Merz de detener tanto las expulsiones forzosas como la hambruna inducida en la Franja. El giro diplomático se ha acentuado este fin de semana, cuando Wadephul, durante una visita a la localidad cristiana palestina de Taybeh, en Cisjordania, ha condenado la violencia de los colonos israelíes: "Estos actos son delitos, son terrorismo y, en última instancia, tienen que ser perseguidos penalmente", ha declarado en un mensaje contundente de solidaridad con la población civil agredida.
La cuestión de fondo empieza a cernir sobre el debate político y social alemán: ¿está realmente cambiando la percepción del conflicto en el país? Felix Klein, comisario del gobierno contra el antisemitismo, ha pedido recientemente una reflexión más honesta sobre la relación del país con Israel, especialmente a raíz de la catástrofe humanitaria en Gaza. Klein ha sido claro: dejar pasar hambre a la población palestina y empeorar deliberadamente sus condiciones de vida no tiene nada que ver con defender el derecho de Israel a existir, sino al contrario. Según su opinión, estas políticas podrían poner en peligro la propia seguridad israelí a medio y largo plazo. En declaraciones en la edición dominical del diario Frankfurter Allgemeine Zeitung, Klein reconoció que el compromiso de Alemania con la seguridad de Israel es una parte fundamental de su identidad post-Holocausto, pero puntualizó que "eso no lo justifica todo": "Tenemos que hacer todo lo que esté a nuestro alcance para preservar la seguridad de Israel y de los judíos de todo el mundo", afirmó, añadiendo que "también tenemos que dejar claro que eso no lo justifica todo".
⚽ Fútbol, política y silencio: el caso del Sankt Pauli ante la crisis en Gaza
Esta rendija en el posicionamiento alemán con respecto a Israel no ha surgido solo en las instituciones, sino también en ámbitos tan influyentes como el fútbol. Hace semanas que aparecen murales por todo el país con el lema "enseñad la tarjeta roja a Israel", una consigna impulsada por el colectivo Warriorz, un grupo de aficionados del FC St. Pauli. Este club, que se declara antifascista, antirracista y contrario a cualquier forma de discriminación, se ha convertido con los años en un referente simbólico para la izquierda europea, pero la guerra en Gaza ha sacudido este consenso. La afición vive una fractura evidente entre los que expresan solidaridad con Israel y aquellos que dan apoyo a la causa palestina. Con el tiempo, cada vez más grupos de seguidores se han adherido a la campaña "Show Israel the red card", y este malestar se ha hecho visible de manera contundente durante varios partidos, con una pancarta gigante que dejaba clara su posición.
La larga sombra de Israel
Israel, uno de los socios preferentes de Europa en materia científica y tecnológica, ha recibido más de mil millones de euros en subvenciones europeas desde 1996. Programas como Horizon han permitido desarrollar tecnologías como la Cúpula de Hierro, fundamentales en su estrategia militar. Esta relación ha convertido al estado israelí en un actor económico muy influyente en el Viejo Continente, y cortar estos vínculos supondría un golpe importante para su capacidad de investigación y, posiblemente, un aumento de la fuga de talento hacia el extranjero. Pero más allá de las consecuencias económicas, hay un riesgo político latente: el gobierno de Netanyahu puede interpretar el distanciamiento europeo como una prueba de que Israel está solo en el mundo y que, por lo tanto, puede continuar su operación militar en Gaza con impunidad. De hecho, el ministro de Asuntos Estratégicos, Ron Dermer, ya ha dejado entrever represalias como la anexión de partes de la Cisjordania ocupada si Francia y el Reino Unido reconocen un estado palestino. En este escenario cada vez más polarizado, donde cualquier crítica a la estrategia de Israel se presenta como un apoyo tácito a Hamás, Alemania intenta ahora, con retraso, encontrar una voz propia. Una voz que, por primera vez en décadas, ya no es incondicional.