Llamar, pedir mesa, sentarse, comer, pagar y marcharse. Y te olvidas de todo: del restaurante, del lugar y de las personas. Pero sobre todo te olvidas, o más bien ignoras, lo que se esconde detrás de un restaurante. Y es que la cantidad de trabajo es descomunal y agotadora solo de escuchar a Josep Sagristà que me explica todas las tareas que hay entre bambalinas (y entre fogones). Él es el restaurador del Restaurante Cal Sagristà (calle del Riu, 50), un establecimiento muy valioso y especial en Sant Vicenç dels Horts.

Tengo que confesar que fue la ciruela mirabolano la razón por la cual aterricé en Cal Sagristà. Sin embargo, tendría que estar agradecido en este fruto único de Catalunya, ya que me permitió conocer un restaurante del Baix Llobregat subrayado en rojo para volver y aplaudir el excelente trabajo de este negocio. No solo por la calidad de la comida, altamente destacable, sino por las personas que se encuentran y la historia que acompaña el local vicentí abierto desde 1954.

Un restaurante vicentí casi centenario

Cal Sagristà es una empresa familiar de Sant Vicenç dels Horts que poco a poco se acerca al centenario. La base de todo es una cocina casera, hecha con productos de calidad y de proximidad. También podrás disfrutar de sus platos de rosticería para llevarse o bien probar los caterings que promocionan. Ofrecen, además, un trato personalizado y trabajan tanto para particulares como para empresas. Cocina catalana y honrada. Estos son los dos adjetivos que van como anillo al dedo en Cal Sagristà.

Restaurando Casa Sacristán
El interior del restaurante Cal Sagristà / Foto: Cal Sagristà

Cal Sagristà es un restaurante familiar de Sant Vicenç dels Horts que poco a poco se acerca al centenario. La base de todo es una cocina casera, hecha con productos de calidad y de proximidad. La honradez, la dedicación diaria y el amor por la tierra y la gastronomía del país son las claves del éxito

Un menú infinito y personalizado día a día

Josep Sagristà y la gran familia del restaurante me explican que cada día que abren el restaurante, todos los días excepto los sábados, personalizan el menú para adaptarlo en los productos que han ido a comprar o que les han llegado. De hecho, pude comprobar en primera persona cómo un campesino les traía kilos y kilos de mirabolanos, así como de otros productos.

El tierno y mágico estrés de la restauración visto detrás de las puertas horas antes de abrir es un regalo adelantado del trabajo que acaba con un delicioso regusto de boca cuando ves Cal Sagristà lleno a arrebozar con un plato en la mesa y los ojos brillantes de los comensales. Para no hablar, por cierto, que más allá de servir los platos a mesa, también cuentan con una tienda de comida para llevarse, así como catering, tanto a empresas como a particulares. Una cantidad de trabajo descomunal que vale la pena comprobar yendo a visitar Cal Sagristà en Sant Vicenç dels Horts.