Barcelona está llena de lugares ideales donde tener primeras citas (y segundas y terceras), como ir al Mercat dels Encants y descubrir secretos hechos a mano, ver la Sagrada Família sobresalir entre los tejados de la ciudad desde algún restaurante con terraza o disfrutar de una buena cena en un italiano sin prisas. Y el bar Lombo está hecho a medida para esto último.

Espacio íntimo y discreto

Situado en la calle Moliné 1, en la zona alta de Diagonal, el restaurante Lombo ofrece una experiencia íntima y acogedora, muy apropiada para una cena tranquila en pareja, pero también con amigos. El interior está pensado hasta el último detalle: mesas con manteles blancos bien separadas las unas de las otras, botellas de vino expuestas, y una luz suave que crean una sensación de refugio urbano dentro del barrio de Sant Gervasi-Galvany.

Gilda 'de tres bocados' del restaurante Lombo. / Foto: Emma Porta

El viernes el restaurante estaba lleno. A nuestro alrededor predominaban grupos de amigos en la treintena, vecinos de la zona que parecían asiduos del local, lo que refuerza la impresión de que Lombo se ha consolidado como un punto de encuentro habitual para quien busca un ambiente elegante pero cercano.

Carta breve y acertada

Empezamos con un par de gildas, más contundentes de lo habitual (de ahí el nombre gilda “en tres bocados”, porque de una no te la acabas), sabrosas y bien presentadas. También probamos dos croquetas de osobuco y una burrata al plato muy bien resuelta, con aceite de oliva generoso y pimienta. Siguió el tartar de ternera, servido con una salsa ligera y trocitos de pepino. Y para acabar con los entrantes, una pizza frita con mortadela y pistachos, de una masa crujiente por fuera y esponjosa por dentro.

Plato de espaguetis del restaurante Lombo. / Foto: Emma Porta

Pero el verdadero protagonista de la cena fue el plato de espaguetis al bronce con almejas; pasta fresca y cocida al dente, con unas almejas que saben a mar y una salsa suave que invita a limpiar el plato con un trozo de focaccia. Uno de esos platos que justifican por sí solos la visita. Bueno, el tiramisú de postre tampoco se queda corto. Está buenísimo, exactamente lo que se espera de este clásico italiano; ligero, cremoso y cortado con una precisión casi geométrica que da tanto gusto ver como comer. Todo ello servido por un servicio impecable: amable, cercano y atento, sin ser invasivo. El ticket medio, unos 50 € por persona; un precio un poco elevado, pero que no desentona con la calidad del conjunto y que hace de Lombo una apuesta segura para una cena especial.

Tiramisú del restaurante Lombo. / Foto: Emma Porta

Lombo ofrece una propuesta honesta creando un ambiente que invita a hablar sin prisas y a disfrutar de la cocina italiana. Todo funciona con solvencia, pero la pasta es, sin duda, el gran motivo para volver: el verdadero corazón de este pequeño restaurante. Y para una cita, ¡no hay mejor manera de disfrutarla que pidiendo dos platos de pasta diferentes y probándolos ambos!