Cacao, canela, azúcar y harina de maíz: todo el mundo los ha mezclado de mil maneras para hacer chocolate a la taza, pero todavía nadie ha acertado tanto como los Viader. Estoy en su granja, y me he pedido una taza, una pequeña, y un platillo de churros. A cada inmersión, el azúcar cae como copos de nieve sobre la membrana marrón. Estoy sentado de espaldas al ventanal que da en la calle, lo que me proporciona una visual panorámica del local. De entre todos los carteles que se derraman por unas paredes con horror vacui, me llama especialmente la atención uno que reza: "Fundada en 1870".

"La granja la fundó hace más de 150 años mi bisabuelo, Marc Viader," me explica Mercè Casademunt, la cuarta generación de esta estirpe de chocolateros. Mercè, juntamente con su hijo, siguen haciendo flamear la antorcha de un negocio de esos que ya casi ni se ven. Literalmente: "Nosotros traemos la leche de Cardedeu, recién ordeñada, y la pasterizamos en el obrador que tenemos en la calle Xuclà para hacer requesón, queso fresco, pasteles," prosigue la copropietaria de la Granja. "De todo Barcelona, somos los únicos que todavía lo hacemos de esta manera".

Cacao, canela, azúcar y harina de maíz: todo el mundo los ha mezclado de mil maneras para hacer chocolate a la taza, pero todavía nadie ha acertado tanto como los Viader

Hemos venido porque hoy —dicen, dicen, dicen— es el día internacional del chocolate a la taza, pero si la Granja Viader se ha filtrado por el imaginario del país, ha sido por un producto donde la temperatura del cacao líquido es al gusto del consumidor, y el hecho de pedir uno frío o uno caliente polariza tanto como un derbi futbolístico. Hablamos, claro está, del Cacaolat. Elaborado por primera vez en el obrador de la granja en el año 1931, esta bebida ha hecho que los Viader, aparte de abrirnos las puertas de su casa, entraran a su vez en muchos de nuestros hogares. "Hablar del Cacaolat es hablar de una cosa familiar", dice Mercè de la marca de batidos, ahora mismo propiedad de Damm. "Para nosotros", sin embargo, "el Cacaolat será siempre nuestro".

Y en la carta podemos dar con él, claro está. Cacaolat, horchata, batido de fresas o granizado de naranja son, aparte del chocolate a la taza, algunas de las bebidas que más éxito tienen en la granja, sin olvidarnos de la leche mallorquina. "Es leche fría servida con canela y limón", añade Mercè. "Mi abuela trajo la receta de Mallorca, de la misma manera que su madre trajo la del flan que tenemos en la carta". ¿Y qué me dices, de la crema catalana? "Receta de mi bisabuela. Viene gente de todo el mundo para probarla".

100574721 2873599376065120 3546178978173681664 n
Foto: Granja Viader

Y sí, los turistas ocupan algunas de las mesas de la Granja Viader, pero lo que es significativo —el local está a 30 segundos a pie de la Rambla— es que no las ocupen todas. Escribir en catalán sobre restauración hace que muchas veces, por pura síntesis, tengas que morderte la lengua: servicio diglósico, cartas solo en castellano, cartas ni siquiera en castellano. De tanto mordértela, el alivio que sientes al dejar de hacerlo es liberador. Pienso mientras jugueteo con un sobre de azúcar con letras sobreimpresas: «Granja Viader agradece vuestra visita».

Solo puedo decir: no hay de qué.