Hace unos días, aquí mismo, en la Gourmeteria, publicamos un vídeo explicando cómo se limpian y se cuecen los caracoles. También animé a todo el mundo a ir a "coger" caracoles. De primeras parece un vídeo de contenido inocente, que no tendría que molestar a nadie, pero la cuestión es que ha molestado a todo el mundo. Ha molestado tanto a los amantes de los caracoles como los amantes de los animales. No, no es un error de transcripción, tampoco es que desconozca que los caracoles son un animal. Cuando menciono a los amantes de los caracoles se entiende que me refiero a los caracoles cocinados y cuando menciono a los amantes de los animales, se entiende que me refiero a los caracoles vivos. ¡Por si quedaba alguien para ofender, también he molestado a los guardianes de la filología local, que han sacado el fuet (y no el de rebanar para complementar un buen pan con tomate) para que aprenda que, aparte de plegar camisas, en las Terres de Ponent también pliegan caracoles y nunca se cogen! Me quedará más bordado en la memoria que las iniciales que los señores importantes marcan en las camisas.

Quizás sí que me he asustado un poco cuando una persona vegana escribe que me quiere exterminar

Pues sí, los caracoles atizan las brasas de los haters que salen como caracoles hambrientos después de la lluvia, eso sí, bien protegidos con el abrigo del anonimato. Si no eres de los que has abandonado la lectura anhelante de escribirme un mensaje puntiagudo como un dardo envenenado, te podré explicar que no estoy ni preocupada ni airada por la reacción virulenta y visceral de los seguidores en las redes sociales, sino al contrario. Me alegra muchísimo recibir esta hilera de mensajes. A ver, déjame matizar que quizás sí que me he asustado un poco cuando una persona vegana escribe que me quiere exterminar. Aprovecho estas líneas para explicarle que cuando yo tengo un ataque de ira, como un trozo de longaniza y con el rato de roer me voy calmando y se me desvanecen las ganas de matar. Quizás le va bien saber este remedio.

Pues como decía, me alegra recibir tantas reacciones a un vídeo. Por una parte, porque es evidente que estos contenidos se ven e interesan, que es el objetivo fundamental de todo medio de comunicación, sin embargo, por encima de todo, porque es una señal de la pervivencia de las tradiciones, del sentimiento de pertenencia a una cultura y del orgullo de un patrimonio culinario que parece tocado de muerte. Las redes están llenas de memes de cómo encender la ira de un italiano: rompiendo unos espaguetis crudos delante de sus morros, cortando los espaguetis cocidos con cuchillo o poniendo parmesano en la pasta en la vongole. Y a nosotros no parece que nos inmute que se encasquille un fricandó dentro de un bao o que pincelen un pan de molde con tomate triturado y digan pan con tomate. Bueno, eso es de las pocas cosas que nos enciende. Y con el episodio de los caracoles ha quedado patente que también tenemos sangre, al menos, la gente de poniente. ¡Viva los caracoles y la ebullición de comentarios en las redes!