Spy vs. Spy es una historieta protagonizada por dos aciagos espías estereotípicos (sombrero, gabardina, gafas de sol) el uno rigurosamente vestido de blanco, el otro de negro, pero por lo demás clavados, gemelos, casi simétricos e igual de calamitosos. Ambos tienen por misión acabar el uno con el otro. El efecto cómico resulta de los fracasos de ambos agentes cuando sus maléficos planes se rebelan contra ellos mismos, de modo que los dos ganan y pierden a la vez. En este tebeo no hay fumet ni bocadillo alguno (curioso que, tanto en catalán como en castellano, el espacio que recoge el texto en una viñeta adopte nombres gastronómicos), de forma que toda posibilidad de diálogo queda anulada. Aunque lo pueda parecer, no se trata de ninguna sátira en dibujos del CatalanGate y las desconcertantes acusaciones de espionaje del propio gobierno español, sino de una parodia de las ideologías enfrentadas durante la Guerra Fría publicada en las páginas de MAD. Nota para conspiranoicos: «MAD» no es solo la abreviatura de «los Madriles», también refiere al nombre de una decana revista norteamericana que se burla del American way of life y sus productos de consumo, comida rápida incluida. Las desventuras de los dos espías enfrentados nacieron de la plumilla de Antonio Prohías (1921-1998), un caricaturista político cubano que se exilió a Nueva York cuando Fidel Castro le acusó de trabajar para la CIA Prohías, socarrón, firmaba subrepticiamente sus tiras cómicas con la secuencia de su nombre en código Morse. «La venganza más dulce ha sido convertir la acusación de espionaje de Fidel sobre mí en una manera de ganar dinero», declaró el artista. Después de que el autor se retirara por motivos de salud, otros dibujantes han continuado la saga, ampliada a videojuegos y series de animación, y el campo de batalla de los antagónicos a la par que idénticos espías han sido a menudo restaurantes. O bien sus explosivas trampas han tenido a la comida como cebo.

Raúl Castro, el cocinero más celebrado del grupo de guerrilleros, bautizó la «salchicha al estilo guerrilla», receta consistente en saltear una salchicha Frankfurt cortada a lonchas muy finas, mezclada con tres cucharadas de miel, limón exprimido y un chorrito de ron Bacardí.

FOTO 2

«Café para todos» Foto: DeviantArt

Cocina de guerrilla: la revolución de Ernesto «Chef» Guevara

Recién estrenada la década de los sesenta, cuando nació la historieta Spy vs. Spy, la progresía de todo el planeta colgaba de las paredes la estampa heroica del Che Guevara —el famoso retrato que le hizo Alberto Korda—, y alababa el inopinado éxito del grupo de estudiantes mutados en guerrilleros amateurs que había conseguido vencer a un ejército profesional y derribar una dictadura. Antonio Prohías, crítico con el gobierno de los rebeldes, fue tildado, no sin falta de razón, de contrarrevolucionario. Pero el cierto es que Prohías se había hecho célebre antes por sus caricaturas contrarias al régimen de Fulgencio Batista, dictador corrupto vinculado a mafiosos de renombre como Meyer Lansky y Lucky Luciano, hasta el punto que Fidel Castro le homenajeó personalmente cuando tomó el poder. Aun así, el ilustrador pronto se puso en guardia ante las primeras acciones del líder de la revolución cubana encaminadas a amordazar la prensa y, anticipándose a las represalias, hizo las maletas, cogió los bártulos de dibujo y se largó a los Estados Unidos en 1959, donde pasó hambre antes de que MAD le contratara. Unos años antes, el grupo armado que desembarcó en Cuba desde México para hacer la revolución (1956-1959) también había pasado hambre. El historiador y autor de libros de viaje australiano Tony Perrottet ha documentado la gesta de los guerrilleros desde una óptica siempre marginada por la Historia: la cocina. Para la redacción del libro ¡Cuba Libre!: Che, Fidel, and the Improbable Revolution That Changed World History (Blue Rider Press, 2019), Perrottet estudió los diarios y cartas de los insurgentes que atesora la Oficina de Asuntos Históricos de La Habana. «Me sorprendió la cuidada atención que estos hombres le dedicaron a escribir sobre alimentos —explica el autor en un artículo para la revista Taste—. A medida que describían nuevos ingredientes y recetas tan diligentemente como cualquier autor de libros de cocina, crearon su propio subgénero literario para la posteridad, uno que me gusta considerar como la "cocina de guerrilla”». El abastecimiento fue uno de los grandes dolores de cabeza (y de tripa) de los rebeldes al principio. La agricultura cubana se dedicaba, casi en exclusiva, a la caña de azúcar. En la cordillera de Sierra Maestra, donde los insurrectos se escondieron durante casi dos años, no había neveras. Los paisanos solo podían ofrecerles el taro: plátano verde hervido y machacado como puré, mezclado, con suerte, con un poco de mantequilla y sal. Los guerrilleros, muchos de ellos jóvenes de buena familia y acostumbrados a las mesas de las buenas familias, tuvieron que forzar el ingenio a fin de disfrutar de una alimentación más variada. Raúl Castro, el cocinero más celebrado del grupo, bautizó la «salchicha al estilo guerrilla», receta consistente en saltear una salchicha Frankfurt (que encontraban, enlatadas, en las tiendas de los pueblos donde iban ganando terreno) cortada a lonchas muy finas, mezclada con tres cucharadas de miel, limón exprimido y un chorrito de ron Bacardí. Otro guerrillero, Efigenio Ameijeiras, se ganó el respeto gastronómico de los camaradas como recolector de ajo silvestre, cilantro y otras plantas de margen, con las cuales dotó de alegría la sempiterna papilla de plátano. Quizás el plato más emblemático de la cocina de guerrilla es la serpiente asada: «Atrapa a una boa de diez pies, y después corta la cabeza de la serpiente a cuatro pulgadas del cuello. Colgadla de una rama para drenar la sangre, y después sacadle la piel y el intestino. Los trozos de seis pulgadas pueden asarse en palos como malvaviscos o empanados y fritos en la sartén». Pese a la proximidad fonética entre la palabra «chef» y el sobrenombre «Che», recogen los diarios que los compañeros de lucha no dejaban que Ernesto Guevara se acercara a la cocina del campamento desde que, el médico transmutado en revolucionario, intentó hacer un asado, como los que había visto hacer (y solo visto) en su hogar, allá en la Argentina, con la escuálida vaca que le compró a un campesino. Algunas de las breves carnes del animal quedaron crudas, y otras totalmente carbonizadas. Al día siguiente, los restos estaban llenos de gusanos, pero los guerrilleros se los tuvieron que comer. El joven abogado Fidel Castro, hijo de humildes inmigrantes gallegos que habían hecho fortuna en la isla, a propósito de esto, era el que más sufría los rigores culinarios de la revolución y, tan pronto como Batista huyó (para acabar sus días en la Marbella de Franco, dándose la gran vida con la inmensa fortuna que se llevó de la isla), olvidó la cocina de guerrilla para recuperar la buena mesa, el vino y los habanos.

Las siglas «CIA» (Central Intelligence Agency), el servicio de inteligencia del gobierno de los EE. UU., coinciden con las de la «CIA» (The Culinary Institute of America), la principal institución norteamericana centrada en la educación en las Artes Culinarias y en las Artes de la Panadería y Pastelería.

FOTO 3

El galleguismo y el dominó hacen extraños compañeros de cama|lecho: Fidel Castro con su amigo, el acérrimo anticomunista Manuel Fraga, entonces presidente de la Xunta, el 28 de julio de 1992, preparando una queimada después de comer empanada de pop|pulpo. Foto: EFE

Espías, corbatas negras y pasteles de mango: historias y recetas de la CIA

La Cuba posrevolucionaria intentó primero acercarse en los Estados Unidos, ya que estos habían retirado el apoyo a Batista en 1958 (un apoyo que se había materializado en armas como el napalm o el teléfono de oro macizo que la compañera telefónica multinacional ITT Corporation le regaló al dictador, en agradecimiento por el aumento que Batista concedió a la tarifa telefónica de los cubanos a instancia del gobierno estadounidense, y hoy expuesto en el Museo de la Revolución, en La Habana, como símbolo de la corrupción del régimen anterior). Pero la absoluta indiferencia, cuando no el abierto rechazo, de la superpotencia hacia las aspiraciones cubanas de una vida digna, sumadas al miedo a que Cuba fuera el primer país del bloque soviético en América, decantaron la balanza hacia el apoyo de la URSS y la consiguiente penetración de espías de la KGB. Siguiendo la dialéctica historiada de Spy vs. Spy, la otra cara del espionaje —entre las filas del cual, según Fidel, se encontraba Antonio Prohías, su dibujante— era, evidentemente, la CIA. De bote pronto, dos cosas llaman fuertemente la atención de este glotón articulista, siempre ávido por encontrar concomitancias gastronómicas: 1) que las siglas «CIA» (Central Intelligence Agency), el servicio de inteligencia del gobierno de los EE. UU., coincidan con las de la «CIA» (The Culinary Institute of America), la principal institución norteamericana centrada en la educación en las Artes Culinarias y en las Artes de la Panadería y Pastelería. Y, 2) que la primera operación encubierta de importancia de la CIA en América latina fuera la Operación PBSUCESS, que desembocó en el golpe de estado en Guatemala, en 1954, contra el gobierno democrático de Jacobo Arbenz Guzmán, a causa de los perjuicios sufridos por la United Fruit Company (la multinacional estadounidense dedicada al comercio de frutas tropicales que puso en boga el término peyorativo «república bananera») a causa de la reforma agraria promulgada por la autoridad local. Después investigar un poco, servidor de ustedes, también ha encontrado un libro que da buena cuenta de que los hombres de negro que hacen caer a gobiernos democráticos para instaurar sanguinarias dictaduras también aprecian la buena mesa. En Spies, Black Ties, & Mango Pies: Stories and Recipes from CIA Families All over the World (Community Communications Corp, 1997) diferentes agentes del servicio de inteligencia explican sus aventuras culinarias por todo el mundo a través de fascinantes historias de espionaje y más de 160 recetas, que bautizan con nombres como por ejemplo «Curry in the Rain», «Top Secret Soup» o el pastel bananero «Mango Pie». Espía contra espía, cocina de guerrilla contra cocina encubierta, Chef Guevara contra JFK Chicken y que se atragante la «Garganta Profunda» de los implicados en el Watergate, el CatalanGate, el Caso Pegasus y demás escándalos políticos venideros.