La quisquilla es un crustáceo bastante atemporal. Se puede pescar en cualquier momento del año, pero en invierno es su temporada alta. Se suele pescar con nasas o con redes de arrastre. Necesita aguas marinas con fondo rocoso para desarrollarse y su vida es bastante corta, aproximadamente un año y medio.

Aunque solemos referirnos al marisco como un único producto, dentro de él hay una amplia variedad de especies que van desde las diminutas quisquillas y camarones hasta las grandiosas nécoras o el sublime buey de mar, la deliciosa centolla, pasando por las almejas, los mejillones, las navajas y otras especies de cocha, es decir, moluscos.

La cocción de cada especie de marisco es diferente y hay que atender a sus características propias para no destrozarlos y que nos queden lo mejor posible. 

Quisquilla
Quisquilla / Fuente: Unsplash

Las quisquillas son un alimento rico en proteínas

Valor nutricional de la quisquilla

¿Son saludables estos pequeños crustáceos? Mucho, aunque debemos tomar una precaución. Si tenemos colesterol no podemos abusar de ellos, ya que podría subir nuestros niveles. Contiene 130 mg de colesterol. Si las tomamos esporádicamente no ocurrirá nada, pero no conviene introducirlas de forma habitual en nuestra dieta si tenemos este problema. Cuidado con eso.

Es un alimento rico en proteínas (16,5 gramos) y gracias a él consumiremos minerales como yodo, calcio y fósforo. Sus efectos son muy conocidos: estos micronutrientes tienen beneficios sobre nuestra salud ósea, nuestras capacidades cognitivas y la regulación hormonal. Por ejemplo, en el caso del yodo, su carencia puede provocarnos problemas de tiroides, mientras que la falta de calcio puede acelerar la osteoporosis. En cuanto a su aporte vitamínico, es bastante anecdótica. La más presente es la vitamina B12 y en una cantidad muy reducida (3 ug). Sí que contiene algo más de folato (14 ug), que nos ayuda a producir ADN y material genético.

Cocción Quisquilla
Cocción Quisquilla

¿Cómo cocer las quisquillas?

  1. Llena por la mitad un bol grande con agua fría y echa dos o tres puñados de sal, removiendo para que se disuelva lo más posible. Una vez se sature la mezcla, verás como el exceso se depositará en el fondo. Añade una buena cantidad de hielo porque necesitaremos un agua lo más fría posible. Reserva.
  2. Pon una cazuela llena de agua a hervir con un par de hojas de laurel y cuando alcance la ebullición, baja la intensidad del fuego, pero déjalo hirviendo un par de minutos más para que el laurel infusione. Notarás un aroma creciente.
  3. Echa ahora las quisquillas, pero de pocas en pocas. Este es un momento clave porque desde que las metes en el agua hirviendo (y es posible que al hacerlo se corte el hervor, pero no importa) hasta que las saques, no debe pasar más de 30 a 35 segundos. No las muevas. Sólo déjalas y cuenta el tiempo. Verás que pasan de su color naranja cuando están crudas a un tono rosáceo. 
  4. Sácalas lo más rápido posible y mételas en el bol de agua helada. Mueve el agua ligeramente para que les llegue el frío intenso a todas.  
  5. Deberán estar en este recipiente unos 7-8 minutos. Esto lo hacemos, no solo para cortar enseguida la cocción y enfriarlas, sino para que tomen la sal justa. En el agua de la cocción no hay que poner sal.