Durante años, la palabra “probiótico” solo aparecía en la consulta del médico o en el prospecto de un antibiótico. Sonaba a algo serio, casi médico, reservado para momentos puntuales como una infección larga o una enfermedad complicada. Ahora es justo lo contrario: están en todas partes. En la tele, en los lineales del súper, en los anuncios de yogur, en suplementos que prometen casi de todo y en cualquier conversación sobre bienestar. Dentro de este boom, cada vez más gente busca opciones distintas más allá del clásico yogur. Ahí entran en juego los fermentados: kéfir, kombucha, chucrut, kimchi… y, para los más curiosos, uno de los grandes desconocidos, el rejuvelac.

Fermentados y probióticos

Un probiótico, por definición, es un microorganismo vivo que, cuando se consume en cantidades adecuadas, aporta un beneficio para la salud. Aunque al principio se creía que solo para el sistema digestivo, hoy ya hay estudios que demuestran que el consumo de probióticos para mantener una microbiota sana afecta incluso al estado de ánimo. ¿Dónde aparecen de forma natural? En alimentos en los que hay una fermentación controlada: lácteos fermentados, algunas bebidas, vegetales en salmuera… No todos los alimentos fermentados son probióticos, ya que las bacterias deben llegar vivas a nuestro intestino. Así, un pan con masa madre, por muchas horas de fermentación que le permita el panadero, al pasar por el horno se queda sin probióticos. Y lo mismo con lácteos pasteurizados o cerveza (y no por el alcohol).

Pot de rejuvelac. / Foto: Cedida
Frasco de rejuvelac. / Foto: Cedida

Al hablar de fermentados y probióticos parece que lista es siempre la misma y por eso, el rejuvelac parece algo caído del cielo en el momento que más se le necesitaba. Un poco de aire fresco para los que quieren cuidarse y se aburren pronto de los convencionales. Se trata de una bebida en la que se dejan fermentar granos germinados (tradicionalmente trigo, aunque también se usan quinoa, centeno u otros cereales) en agua para obtener un líquido cargado de microorganismos vivos. Es decir, entra dentro del club de los fermentados con potencial efecto probiótico, aunque, como siempre, hay matices.

Si algo tiene el rejuvelac que no se puede discutir es que es barato y fácil de hacer

Nació y se popularizó en el entorno crudivegano como una alternativa sencilla y barata a los probióticos comerciales. No se cocina, no lleva azúcar añadido y se hace con ingredientes muy básicos: agua y cereal. El aspecto no es especialmente atractivo, pero quienes lo toman hablan de una bebida con un gran poder.

Larga lista de beneficios

A falta de estudios clínicos, al rejuvelac se le atribuyen, sobre todo, estos efectos:

  • Ayudar a mejorar la digestión y el tránsito intestinal
  • Aportar enzimas que facilitan descomponer mejor los alimentos
  • Contribuir al equilibrio de la microbiota
  • Mejorar la absorción de algunos nutrientes

Si algo tiene el rejuvelac que no se puede discutir es que es barato y fácil de hacer. A grandes rasgos, el proceso es este:

Primero se dejan los granos (por ejemplo, trigo) a remojo unas horas y después se escurren para que germinen. Cuando asoma un pequeño brote, se pasan a un frasco con agua y se dejan fermentar a temperatura ambiente entre 24 y 48 horas. El agua se vuelve turbia, con olor ácido y un punto a cereal fermentado. Se cuela, se guarda en la nevera y eso es lo que se bebe. El mismo grano se puede usar para una segunda tanda con agua nueva, aunque el resultado suele ser algo más suave. Lo habitual es tomar pequeñas cantidades al día, como si fuese un “chupito digestivo” o usarlo como base para otros preparados, por ejemplo, para quesos veganos fermentados. Eso sí, para que la experiencia sea buena, hay algo que no se puede negociar: la higiene. Frascos limpios, manos limpias, agua potable y descartarlo sin dudar si huele raro, sabe demasiado fuerte o presenta mohos.