Cuando era un estudiante de arte raro y gilipollas que subía al escenario de un bar de pueblo disfrazado de robot y aspirando helio de una bombona mientras recitaba poesía con voz de pitufo, al público se le atragantaba el cubata y lo expulsaba por la nariz. Con todo, en aquel pueblo del extra-extrarradio barcelonés (Vilafranca del Penedès) no nos eran del todo ajenas las propuestas poéticas con retrogusto dadaísta. La Kinzena Poètika fue un festival de agitación literaria que, entre otras actividades, hace unos veinte años organizaba recitales dentro de los cajeros automáticos de la villa. Hoy en día, encontrar un cajero automático es un ejercicio de arqueología similar al de buscar los restos materiales de antiguas civilizaciones que han corrido la misma suerte, como las discotecas de la ruta del bakalao, ciertos parques acuáticos o la totalidad de las gasolineras en las carreteras comarcales. Sencillamente, ya no existen. Las oficinas bancarias y los cajeros automáticos han sido sustituidos por chill outs asépticos con cafeteras Nespresso. Quizás eso explique que una nueva hornada de poetas haya empezado a programar recitales de poesía en heladerías de Barcelona. El ciclo After Eight es una propuesta del todo refrescante que viene a sumarse a toda una serie de iniciativas alternativas que han derruido a golpes de tenedor y cuchillo los muros berlineses, si es que todavía queda alguno, que separaban a la Cultura de la Manduca (Sardina Fest, Gambeat Weekend, Sobrassada de peix…), de algunas de las cuales nos hemos hecho eco en esta humilde pero voraz sección.

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Foto: Celeste Lambert

El funcionamiento tiene la sencillez de las grandes ideas: sin pedir permiso, cada dos semanas se plantan ante alguna heladería de la ciudad, previamente anunciada mediante stories de Instagram y, helado en ristre, los cinco poetas programados en cada sesión, generalmente voces relativamente nuevas de la poesía catalana o latinoamericana, se ponen a recitar.

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Renata i Toni. Foto: Celeste Lambert

Volarle la tapa de los sesos a la cultura oficial

«Soy una fanática de los helados» —me explica Renata Gelosi, artista hiperactiva y editora independiente, además de coorganizadora del azucarado acontecimiento. «Además, vengo de todo un background de propuestas artísticas que ocupan el espacio público, que cada vez es menos de las personas y más de los intereses económicos. En Buenos Aires formaba parte del colectivo Funcionamiento Nocturno, con el cual, al atardecer, íbamos por la ciudad haciendo lecturas performáticas que vinculaban arquitectura con lingüística. La ruta de heladerías es una idea que viene de aquella época, y que decidí poner en marcha cuando me mudé a Barcelona. Hace unos meses quedé con Toni en una heladería de Gràcia y le entusiasmó la propuesta.» «Estuvimos dándole vueltas al título —continúa Toni Junyent, crítico de cine, guionista, periodista y escritor. —: ¿«Helados y Poesía»? Demasiado cursi… Finalmente, se me ocurrió el nombre After Eight, que es muy adecuado porque los recitales tienen lugar a partir de las ocho de la tarde, y además es un sabor de helado muy controvertido. Menta y chocolate: hay quien lo adora y quien lo detesta.» El funcionamiento tiene la sencillez de las grandes ideas: sin pedir permiso, cada dos semanas se plantan ante alguna heladería de la ciudad, previamente anunciada mediante stories de Instagram y, helado en ristre, los cinco poetas programados en cada sesión, generalmente voces relativamente nuevas de la poesía catalana o latinoamericana —o gente que se dedica a otras cosas y escribe en su tiempo libre—, se ponen a recitar. Quien pasa por ahí se queda, e incluso son invitados a participar. Inopinadamente, el ciclo está siendo todo un éxito de público. «Algunas heladerías están contactando con nosotros para que lo organizamos ante su local», me cuenta Toni. De momento, los establecimientos afortunados han sido la Da Vinci (plaza de Ferran Reyes), la Horxateria Sirvent (calle Parlament) y la Heladería Pichi (en la calle Lleida), y algunos de los rapsodas con cucurucho son Pol Rodellar, Irene Vidal, Celeste Lambert y Julia Abalde. La previsión climática augura que el anticiclón poético se disolverá hacia mediados de septiembre, tan pronto como disminuyan las ganas de comer helado. «Quizás en invierno hagamos un ciclo en churrerías, todavía está por definir», dice Renata. A pesar de que Junyent me asegura que no tienen nada en contra de los circuitos oficiales (aquellos que a menudo programan una poesía más almibarada que el helado de leche merengada), en algún momento de la conversación me cita la novela de Roberto Bolaño Los detectives salvajes, donde, en una parte de la narración, se hace alusión al movimiento poético de los infrarrealistas, que tomaron la consigna de «volarle la tapa de los sesos a la cultura oficial». El origen del término que dio nombre a este grupo fue el escritor y político Philippe Soupault, uno de los impulsores del dadaísmo. Permanezcan atentos a las redes de los organizadores, porque este miércoles el ciclo se trasladará a una heladería aún por determinar. Disfruten del verano y de la poesía, y procuren comer tantos helados como puedan antes que el corte del gas ruso nos deje helados a todos en invierno. Reciban, de paso, una cordial despedida de este articulista que, como el Frigurón, el Drácula o el Frigodedo desaparecerá de la carta de helados de La Gourmeteria de ElNacional. Pasará a vestir, eso sí, la camiseta de Cultura, donde intentará seguir dando espacio a las propuestas independientes, a menudo controvertidas como el sabor del after eight, que nos nutren el alma y nos alegran el verano.

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Gent cool. Foto: Celeste Lambert