No sé cómo se llamaba la pollería, o si todavía existe, o si la gentrificación de colorines que ha devastado Sant Antoni se la ha llevado por delante. Solo sé que Aleix, Andrea y yo salimos del Lando embriagadísimos de vermú y que el hambre apretaba. Que plegar velas no nos parecía una opción plausible y que casa de Aleix estaba allí al lado. Que pónganos un pollo asado, por favor, y que si aquella botella de cava de allí es fresca. Que si quieren bolsa y que sí: que queríamos. Que no había ascensor, en casa de Aleix, pero teníamos alioli. Que qué festín y qué pedo. Que qué sobremesa y que qué siesta.
A menudo me acuerdo, de aquel domingo. Quizás era porque a duras penas conocíamos, Aleix, Andrea y yo. Quizás era porque la ausencia de la única persona que teníamos en común no frenó el brindis de copas y más copas, y un muslo de pollo, y todavía más copas. A menudo me acuerdo, pero estos últimos días me he acordado especialmente. Aleix y sus compañeros de Gebre publicaron la semana pasada Sobretaula, un single de pop bonito y radiante donde el fato y las comidas que se alargan más allá de los postres eran los principales protagonistas: “Ganivets, gots i forquilles, taques a les estovalles, l’últim tall de pastís mig desfet se va fent petit”, canta Aleix. “Fa temps que veig los dinars que vam allargar, quan hi ha taules per plegar, no sé quan mos veurem; espero que estiguéssiu tots molt bé”.
No sé cómo se llamaba, ni la calle de aquella pollería; y no es tan solo un problema de memoria: raramente dedicamos unas línias en los establecimientos de comida para llevar, sin la cortesía de los cuales no existirían las sobremesas repentinas. No hablo, ni hablar, de cocinas fantasma, ni de restaurantes a los pies de los caballos de aplicaciones diabólicas -Glovo, Deliveroo y otros esclavistas digitales. Hablo de sitios como el Rumba’n’Roll. Podría mentiros, deciros que un día salí del Santornemi y me lo encontré allí, dos números más arriba de la Avenida Sarrià. No es cierto. Podría deciros que no conozco a Cristian, que es el dependiente y propietario, y os estaría enredando. El hijo de Cristian y el hijo de Andrea, que también es hijo mío, van a la misma clase, y un día Cristian nos llevó croquetas de bacalao al parque.
No sé si soy objetivo, pero sí que trato de ser sincero: Sobretaula es un hit, y las croquetas de Cristian son excepcionales; el cebo perfecto para ir al Rumba’n’Roll.
Yo fui, y lo que las croquetas prometían, como siempre que las croquetas nos hacen promesas, se cumplió con creces. El arroz mar y montaña, la ensalada de verano, los fideos a la cazuela, la lasaña de verduras, la merluza o el pollo al horno, la quinua con huevo frito, la milanesa rebozada o el medallón con ximixurri son algunas de los manjares que, durante la expedición que hice, se me pusieron al alcance. El formato más popular del local es el combo, un combinado de ensalada, principal y segundo que puedes diseñar al gusto y llevarte en una fiambrera. Lo que yo escogí y probé —ensalada de manzana y jamón dulce, pesto con burrata y tomate, filete ruso con salsa tártara, con una tapita de medallón— era bien bueno, y bastante ligero como para aventurarse con uno de sus postres caseros, algunas tan geniales como el tiramisú.
Sin los establecimientos de comida para llevar, no existirían las sobremesas repentinas
Combinado, postres y bebida, en el Rumba'Roll, sale por menos que la novela más famosa de Frédéric Beigbeder, 13,99 euros. En su anterior obra, El amour dure trois sino que, El amor dura tres años, dedicaba 200 páginas y pico a desmentir el título del libro: el amor no tiene por qué acabar al cabo de tres años, pero sí que, necesariamente, cambiar; la carta del Rumba'Roll, también. Diariamente, la oferta para diseñar los combos varía casi completamente, razón por la cual podrías ir de lunes a viernes y no llevarte nunca una comida repetida. No recuerdo el nombre de aquella pollería de Sant Antoni, pero si recuerdo que la misma semana que Aleix, Andrea y yo fuimos allí, entrevisté a Frédéric Beigbeder. Me dijo que, de su trabajo, lo más difícil era escribir frugal; hacerlo sencillo y bien hecho. Como lo hace Aleix en Gebre. Como lo hace Cristian en el Rumba'Roll.
Como querría hacerlo yo.