No todo el mundo se deja abrazar. Y no todo el mundo lo hace con la misma naturalidad. Quizás has conocido a alguien que se pone tenso cuando alguien le rodea con los brazos, o que evita este tipo de contacto, incluso en situaciones donde parecería casi obligado. Y no es porque sea frío, o maleducado, o distante. Según explica la revista Time, este rechazo a ser abrazado a menudo responde a experiencias tempranas, diferencias culturales o incluso cuestiones biológicas. La psicología tiene algunas respuestas que pueden ayudarnos a entender mejor esta actitud.
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Una huella de la infancia
Hay un estudio publicado en Comprehensive Psychology que muestra cómo haber recibido afecto físico durante la infancia —abrazos, caricias, esa especie de cercanía corporal tranquila y natural— hace que, de adultos, las personas sean más receptivas al tacto. Si eso ha faltado, el cuerpo puede interpretar un abrazo como una intrusión, no como una muestra de afecto. Y eso ocurre sin que la persona lo racionalice. Simplemente, su cuerpo no lo espera. Ni lo necesita.
También el cuerpo tiene mucho que decir: oxitocina y nervio vago. La doctora Darcia Narvaez, de la Universidad de Notre Dame, ha estudiado cómo la falta de contacto físico durante la infancia puede afectar literalmente la manera en que se construye el cerebro y el sistema nervioso. Un ejemplo fuerte: niños que crecieron en orfanatos en Rumanía durante los años 80 y 90, sin apenas contacto emocional ni físico, no generaban las respuestas habituales de oxitocina ante interacciones afectuosas. Su sistema de afecto no se había podido formar con normalidad. Como si el “cableado” emocional no hubiera recibido suficientes señales para saber cómo funcionar.
A veces el cerebro no procesa el contacto como “social”
Hay un estudio de la Universidad de Yale que se centra en cómo algunas personas con rasgos autistas reciben el contacto físico. Descubrieron que su cerebro no activa las mismas zonas sociales cuando sienten una caricia suave, como si no hubiera la misma lectura emocional detrás del tacto. Esto explica, en parte, por qué algunas personas pueden rechazar el contacto sin que haya un rechazo emocional real detrás.
Puede ser una cuestión cultural
Hay culturas que abrazan mucho, otras que lo hacen poco o nada. En el año 2010, el Greater Good Science Center de la Universidad de Berkeley analizó cómo variaba la disposición al contacto físico según el país. Francia y Puerto Rico, por ejemplo, tienen una cultura del tacto mucho más viva y natural que Estados Unidos o el Reino Unido. Y eso se nota. Una persona que ha crecido en un entorno donde no se toca mucho no se sentirá cómoda cuando alguien se le acerque con intención de abrazarla, aunque sea para celebrar una buena noticia.
Esto significa que el grado de aceptación de un abrazo puede depender tanto del país de origen como del contexto cultural en el que se ha crecido. Y conviene tenerlo muy presente: lo que para unos es una muestra de afecto, para otros puede ser una transgresión.
No obligues a abrazar
El abrazo, por mucha carga simbólica que tenga, no es una necesidad universal. Es una forma concreta de mostrar afecto. Pero no es la única. Y puede que no sea la mejor para todo el mundo. Hay quien ama mejor con palabras, con espacios compartidos, con silencios, o con presencia constante pero no invasiva. Y no pasa nada.
Lo más importante es no interpretar el rechazo de un abrazo como una negativa emocional. A menudo es un límite físico, no una distancia sentimental. Y respetar ese límite puede ser, paradójicamente, la forma más sincera de querer. En lugar de insistir en que alguien nos deje abrazarle, deberíamos preguntarnos qué necesita para sentirse seguro. Y eso, quizás, es la forma más profunda de abrazo que existe. ¿Cómo podemos ser más respetuosos?
- No des nada por hecho. No todo el mundo quiere ser tocado, aunque el afecto sea sincero.
- Pregunta u observa. El lenguaje corporal suele dar pistas muy claras.
- Ofrece alternativas. Una sonrisa cálida, unas palabras amables o un gesto de complicidad pueden tener tanto o más valor que un abrazo inesperado.