Todos hemos vivido ese momento: abres Instagram y ves a un amigo en Bali, una prima en Menorca y aquel conocido del gimnasio haciendo paddle surf en Cadaqués. Te preguntas si estás viviendo lo suficiente. O quizá eres tú quien ha subido una foto con el mojito y el pie en la arena. Sea como sea, la psicología tiene mucho que decir sobre el hecho de subir fotos de las vacaciones o quedarse mirando cómo lo hacen los demás. Desde La Gandula de Elnacional.cat te desgranamos las interesantes conclusiones de los expertos sobre estas conductas.
🤳 El 86% de los españoles utiliza las redes sociales
📱 ¿Por qué nos gusta tanto compartir nuestra vida en las redes sociales?
¿Por qué la gente sube fotos de las vacaciones a las redes?
Cuando compartimos nuestras vacaciones en las redes no estamos solo mostrando paisajes: estamos comunicando quiénes somos, o al menos, quiénes querríamos ser. Según un estudio sobre privacidad y jóvenes de Carmen Sabater Fernández, más del 60% de los adolescentes comparte eventos como viajes o fines de semana en redes sociales de forma habitual. Esta exposición se da, sobre todo, a través de fotos y mensajes emocionalmente positivos —una especie de escaparate de la felicidad. Esto se ha estudiado desde la psicología especialmente entre los jóvenes, aunque se trata de una actitud que, cada vez más, también se extiende entre la población adulta.
La psicóloga Paula Sibilia llama a este fenómeno extimidad: la voluntad de hacer visible lo íntimo con el fin de ser reconocido. Para muchos jóvenes (y no tan jóvenes), “estar” en redes es casi una forma de estar en el mundo. Según Sibilia, “todo lo que no se ve, parece que no existe”. La foto de las vacaciones no es solo una imagen: es una declaración de existencia.
El sociólogo Michel Maffesoli lo llama tribalismo emocional: una necesidad de formar parte de un grupo a través de la emoción y la vivencia compartida. Las vacaciones, por ejemplo, son un momento altamente simbólico. Cuando las subes, no solo dices “estoy aquí”, sino que te unes simbólicamente a todas las demás personas que también viven “la mejor vida”.
El muro de la red social se ha convertido en un espacio de interacción emocional: mensajes cortos, fotos, frases sobre el estado de ánimo. Y, especialmente en verano, un escaparate de felicidad que busca más ser compartida que presumida. En palabras del estudio: es una “comunicación emocional, interactiva y directa”, vinculada a los momentos excepcionales de la cotidianidad.
¿Y si solo subes contenido para sentirte mejor? No eres el único. El estudio también indica que la necesidad de pertenencia es una de las razones más fuertes para usar redes. No es solo para mostrar, sino para sentirse visto, validado e integrado. Y esto es especialmente intenso en verano, cuando la vida parece suceder solo en capítulos memorables: viajes, fiestas, conciertos, crêpes junto al mar.
La paradoja es que, a pesar de sentirse emocionalmente más vulnerables, los usuarios intensivos de redes también perciben que las redes tienen un efecto positivo sobre su vida. Y quizá sí lo tienen, pero con un precio: la dependencia de una mirada externa que nos devuelva un like como forma de reconocimiento.
¿Qué pasa con quienes no suben nada, pero observan las publicaciones de los demás?
Otro estudio reciente —esta vez de Lupano Perugini y Castro Solano (2019)— analiza lo que podríamos considerar el otro lado de la pantalla: las personas que consumen redes de forma pasiva, es decir, que pasan horas mirando, pero no interactúan mucho ni publican.
Los resultados son claros: este uso pasivo está fuertemente asociado a una mayor ansiedad social, síntomas depresivos y una sensación general de malestar emocional. Cuanto más tiempo pasas comparando tu vida con la de los demás, más fácil es caer en la trampa del “yo no estoy viviendo lo suficiente”.
El efecto comparación: las vacaciones de los demás pueden doler. Aunque pueda parecer inofensivo, mirar constantemente fotos de otras personas disfrutando puede activar mecanismos de comparación social muy potentes. La investigación muestra que las personas que hacen un uso muy intensivo de redes (más de 6 horas al día) tienen menos satisfacción vital y se perciben como más neuróticas, mientras que aquellas que no usan redes sociales se definen como más responsables y más satisfechas con su vida. Es lo que algunos psicólogos llaman la paradoja de Internet: una herramienta creada para conectarnos emocionalmente que, si no se usa con conciencia, puede acabar desconectándonos de nosotros mismos.
Publicar y mirar: dos caras del mismo fenómeno
Tu relación con las redes dice mucho de ti. Y de cómo te sientes. Seas de los que hacen scroll infinito mirando las stories de los demás o de los que documentan cada momento, la psicología tiene claro que tu comportamiento digital no es neutro. Es un reflejo de tu estado emocional, de tu deseo de conexión y de cómo gestionas tu lugar en el mundo.
- Publicar puede dar sensación de control, de relevancia, de comunidad, pero al mismo tiempo puede ser un indicio de que necesitamos la validación constante de los demás para sentirnos bien.
- Observar sin participar puede empujarnos a la comparación y el malestar si no lo hacemos con conciencia. Comparar es casi inevitable, pero reconocerlo es el primer paso para no dejar que nos afecte.