Cuando alguien te ve y, casi sin darse cuenta, alza las cejas durante una fracción de segundo, está enviando un mensaje mucho más profundo de lo que parece. Según Flora Davis en El lenguaje de los gestos, este gesto fugaz(al que los etólogos o estudiosos del comportamiento humano llaman eyebrow flash) es uno de los comportamientos no verbales más universales que existen. El etólogo austríaco Irenäus Eibl-Eibesfeldt, citado por Davis, observó en distintas culturas que al reencontrarse, los amigos sonríen, mueven rápidamente las cejas hacia arriba y, a veces, acompañan el gesto con una leve inclinación de cabeza. Este pequeño ritual, filmado incluso entre pueblos tan aislados como los papuanos, revela que no estamos frente a una costumbre aprendida culturalmente, sino ante una señal profundamente enraizada en nuestra biología.
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Un saludo heredado de los primates
Davis explica que los etólogos ven el saludo (y dentro de él, el “flash” de cejas) como una forma de apaciguamiento, un modo de mostrar que no hay amenaza. Entre chimpancés y otros primates, los saludos incluyen reverencias, contacto físico o gestos que indican sumisión. En los humanos, ese movimiento de cejas es parte de la misma lógica: al levantar las cejas se abre el rostro, se deja ver más los ojos y se transmite disponibilidad y cordialidad.
Según Davis, este flash de cejas ocurre de manera tan automática que apenas lo notamos, pero actúa como un poderoso marcador de reconocimiento y aceptación. Funciona como un “me alegra verte” no verbal. El hecho de que se repita con tanta consistencia en contextos tan diferentes sugiere que está ligado a mecanismos evolutivos básicos: reconocer al otro, reducir la tensión y facilitar la interacción social.
Otros gestos que denotan que se alegran de verte
El flash de cejas no está solo en este repertorio de saludos. En El lenguaje de los gestos, Davis explica que los gestos nunca actúan de manera aislada. Existen otros comportamientos que, de manera casi universal, acompañan el reconocimiento amistoso:
- La sonrisa de bienvenida: en muchas culturas, la primera reacción al avistar a un amigo a lo lejos es sonreír. Esta sonrisa suele ser espontánea, acompañada a veces de una ligera tensión en los músculos faciales que muestra autenticidad.
- La inclinación de la cabeza: bajar brevemente la cabeza, como en una mini reverencia, es otro gesto que aparece repetidamente en los saludos. Tiene un matiz de cortesía y, al mismo tiempo, de apaciguamiento, pues recuerda a las posturas de sumisión observadas en primates.
- El contacto visual inmediato: según Davis, mantener la mirada apenas unos segundos al momento del saludo es crucial. No se trata de una mirada fija y hostil, sino de un contacto breve que confirma reconocimiento y aceptación.
- Arreglarse o tocarse la ropa antes del saludo: algo tan simple como acomodarse el pelo, la chaqueta o las gafas justo al aproximarse a alguien también aparece documentado. Davis lo describe como un gesto de autopresentación, similar al “acicalamiento” entre primates, que comunica interés y deseo de agradar.
Estos detalles, aparentemente triviales, son los que convierten un saludo en una experiencia social cargada de significado. Como subraya Flora Davis, si se eliminan o se evitan, el encuentro puede volverse frío, ambiguo o incluso hostil.