Entre callejuelas, casas de piedra y un paisaje que parece extraído de una postal antigua, hay un pueblo catalán que ha conseguido hacerse un sitio de honor a la prestigiosa lista de Lonely Planet. Estamos hablando de Peratallada, una auténtica joya medieval del Empordà que ha sido reconocida como uno de los pueblos más bonitos del mundo. Y es lógico: pasear por sus calles es viajar en el tiempo, con su arquitectura románica, gótica y renacentista impecablemente conservada y un ambiente que invita a perderse sin mirar el reloj. Este artículo forma parte de los contenidos de La Tumbona, la sección más veraniega de ElNacional.cat para descubrir rincones únicos sin prisas.

🏰 La ciudad medieval en la Catalunya Nord que enamora con sus calles empedradas


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Este pequeño núcleo, rodeado de campos y bosque mediterráneo, es uno de los ejemplos mejor preservados de villa medieval de Catalunya. No hay coches en el centro histórico y eso contribuye todavía más a reforzar el carácter pintoresco y acogedor. Además, no faltan opciones para comer bien, tomar una copa de vino local o simplemente sentarse en una terraza y dejar pasar las horas entre muros de piedra y silencio antiguo.

El reconocimiento de Lonely Planet sitúa a Peratallada al lado de pueblos de ensueño de todo el mundo, pero su encanto radica precisamente en el hecho de que mantiene su esencia auténtica, sin convertirse en un decorado para turistas. Ideal para visitar en cualquier época del año, pero especialmente recomendable en primavera o a finales de verano, cuando el calor afloja y el pueblo respira con más calma.

Y si eres de los que quieren explorar más allá de Catalunya, pero sin salir de los Països Catalans, la misma selección de Lonely Planet nos invita a poner rumbo a Mallorca, donde hay dos pueblos que parecen sacados de un cuento. El primero es Valldemossa, un rincón encantador en la Serra de Tramuntana que ha cautivado generaciones de viajeros. Su legado musical es indiscutible: el compositor Frédéric Chopin y la escritora George Sand pasaron un invierno en 1838, y hoy el pueblo acoge el festival Pianino, con recitales de piano —algunos fines y todo interpretados con el instrumento original de Chopin— en la Cartuja Real. El ambiente que se respira en sus calles empedradas, rodeados de montañas y naturaleza exuberante, invita a hacer estancia, sobre todo fuera de los meses de más afluencia.

El otro nombre que destaca es Deià, un pequeño pueblo que ha sido refugio de artistas, escritores y poetas, como el británico Robert Graves, que construyó su casa el año 1929. Hoy todavía se puede visitar. Rodeada de viñas, olivos y jardines de almendros, esta villa parece suspendida entre el azul del Mediterráneo y el verde intenso de la sierra mallorquina. Caminando por sus calles o por el Poets' Walk, es fácil entender por qué tantos creadores se han sentido inspirados. A solo diez minutos, se puede visitar Son Marroig y, con un poco de suerte, hacer el camino hasta Sa Foradada, una formación rocosa icónica que ha sido musa de miles de fotografías.