¿Te has preguntado alguna vez por qué, a pesar de saber que tendrías que hacer ejercicio o comer mejor, acabas haciendo justo el contrario? No eres débil ni vago: lo que manda son tus creencias y procesos psicológicos. Una revisión académica publicada en el Annual Review of Psychology desmonta la idea de que actuamos con plena libertad: la mayoría de nuestras decisiones de salud se construyen sobre atajos mentales, emociones y hábitos que funcionan en automático. Lo esperanzador de este estudio es que muchas de estas creencias son modificables. La mala noticia: no es suficiente con la fuerza de voluntad. Si no reconfiguras estas creencias y hábitos que actúan como piloto automático, volverás al mismo punto.
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Estas son las siete creencias y procesos invisibles que, según la ciencia, están guiando tus elecciones cada día.
1. "Si hago eso, obtendré este resultado rápidamente" (expectativas de resultado)
Cuando crees que un comportamiento te traerá beneficios claros —como pensar que correr reduce el estrés o que comida fruta mejora la energía—, las probabilidades que lo adoptes aumentan. El problema es que estas creencias pueden estar exageradas o equivocadas. Y sí: también pasa con el negativo ("si dejo el café, rendiré menos"), aunque sea falso.
2. "No me veo capaz" (autoeficacia)
Tu convicción de que puedes sostener un hábito pesa más que cualquier consejo médico. Quien cree firmemente que tiene los recursos y la fuerza de voluntad para seguir una dieta suele tener más éxito que quien lo duda. El simple "no me veo capaz" es un freno brutal... incluso aunque físicamente sí que lo seas.
3. "Lo que hacen los otros debe ser lo que funciona" (normas sociales)
Creemos que decidimos en solitario, pero buena parte de nuestras conductas se ajustan a lo que percibimos que es "normal": si tu entorno fuma, es más fácil que fumes; si todos en tu oficina salen a andar, acabarás haciéndolo. El peso de la presión social y la imitación es invisible, pero determinante.
4. "No importa tanto" (percepción del riesgo)
Todos calculamos riesgos: de ponernos enfermos, de engordarnos, de tener un accidente. Pero lo hacemos de manera sesgada. Subestimamos el peligro del cotidiano (el sedentarismo) y sobredimensionamos aquello anecdótico (uno quiere en avión). Esta percepción distorsionada condiciona qué conductas adoptamos o evitamos.
5. "Lo haré, pero después..." (la brecha de la intención)
Seguro que te suena: dices que empezarás a ir al gimnasio, incluso lo planificas, y, sin embargo, no pasa nunca. Es la famosa intention-behavior gap. Una intención sin un plan concreto (cómo, cuándo y con qué recursos) casi nunca se convierte en acción.
6. "Es que siempre lo hago así" (el poder del hábito)
Más del 40% de lo que haces cada día en materia de salud no lo decides, lo repites. Lavarte los dientes, encender un cigarrillo, pedir refresco en lugar de agua... son respuestas automáticas a contextos familiares. Los hábitos pueden ser aliados (caminar después de comer) o enemigos (picar mientras miras series).
7. "No me gustará hacerlo" (emociones y deseos anticipados)
Tus emociones mandan. El estudio muestra que los juicios afectivos (el bien o mal que creemos que nos hará sentir alguna cosa) son predictores potentísimos de la conducta. Comer chocolate porque "te dará placer" o evitar correr porque "te recordará como de mal lo pasas" son ejemplos claros. Incluso el simple miedo a arrepentirte más tarde te puede empujar a actuar.