Tal día como hoy del año 54, hace 1.971 años, en Roma (entonces capital del Imperio romano), moría el emperador Claudio (cuarto emperador romano y cuarto de la primera dinastía imperial, llamada Julio-Claudia) y, acto seguido, el Senado proclamaba a Nerón, hijo adoptivo y yerno de su antecesor. Nerón, nacido en el año 37 (tenía 16 años cuando fue proclamado), había sido adoptado por Claudio después del matrimonio de su madre, Agripina, con el emperador (49). Poco después, cuando cumplió los quince años (54) y cuando ya había sido nombrado heredero al sitial imperial en detrimento de Británico (hijo biológico del emperador), fue casado con Claudia Octavia —de catorce años e hija biológica de Claudio— con el objetivo de reforzar su calidad de sucesor.

Nerón fue un gobernante con un gran talento político, pero con una escasa capacidad de trabajo. Pero pasaría a la historia como el autor del gran incendio de Roma (del 19 al 24 de julio del año 64). Roma era la ciudad más poblada del mundo (albergaba a unos 500.000 habitantes), pero con un urbanismo caótico (formado por calles estrechas y tortuosas, trazadas sin ningún tipo de planeamiento previo) y con un parque inmobiliario muy precario (de construcciones de materiales blandos —paredes de tapia— e inflamables —vigas de madera y techos de paja—). Por este motivo, el incendio se propagó con una gran velocidad y con una extrema violencia, y calcinó parcial o totalmente diez de los catorce distritos de la capital, especialmente los más humildes.

Según algunos historiadores coetáneos, aquel incendio habría provocado unos 25.000 muertos por asfixia, calcinación o aplastamientos, y habría dejado a más de 300.000 personas sin hogar. Ante aquella emergencia, Nerón ordenó que abrieran las puertas de los grandes edificios públicos (anfiteatros, teatros, circos, templos) para alojar a la población damnificada. Un hecho insólito que no impediría que, desde un principio, la sociedad romana del momento lo acusara de ordenar el incendio para destruir aquella caótica trama urbanística y arquitectónica y sustituirla por una planificación ordenada y racional. Algunos historiadores coetáneos sostendrían que elementos al servicio de Nerón habrían sido vistos prendiendo fuegos en diversos puntos de la ciudad.

Según las mismas fuentes coetáneas, cuando aquel rumor ya no tenía freno, el propio Nerón señaló a las comunidades cristianas clandestinas —formadas por elementos de la oligarquía urbana romana y consideradas grupúsculos disidentes del régimen— y ordenó la persecución, la captura y el asesinato de centenares de personas de este colectivo confesional. No obstante, la historiografía moderna ha puesto en cuestión este relato y sostiene que ni el emperador habría ordenado el incendio, ni los cristianos habrían sido víctimas de una masacre. Sostienen que aquel incendio habría tenido un origen fortuito y una gran dimensión a causa de las circunstancias que favorecían su propagación, y que la persecución del Estado se habría centrado en los saqueadores.