Groenlandia arrastra cicatrices profundas. La belleza remota de su paisaje esconde una realidad mucho más dolorosa: suicidios en cadena, adicciones arraigadas y una población joven marcada por la desesperanza. Las heridas sociales que atraviesan el país son tanto estructurales como invisibles, y surgen de un largo historial de desarraigo, desatención institucional y decisiones impuestas desde fuera. En muchas comunidades, una sola baja en los servicios sociales puede desmantelar todo un sistema local, mientras que el consumo de alcohol y drogas se ha convertido, demasiado a menudo, en un refugio ante la falta de perspectivas y apoyo. Este malestar no es solo individual: es colectivo, y habla de una identidad herida que, a pesar de todo, empieza a reclamarse y reconstruirse. El pasado 2 de octubre, la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, pronunció una disculpa oficial ante decenas de mujeres inuit en Nuuk, la capital de Groenlandia, por el conocido escándalo de los DIU. Tal como recogía la BBC, la líder danesa pidió perdón por “la injusticia cometida contra vosotras. Porque erais groenlandesas. Perdón por lo que se os quitó. Y por el dolor que os causó. En nombre de Dinamarca, perdón”.
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Estas palabras hacían referencia a un programa de control de la natalidad llevado a cabo durante las décadas de los 60 y 70, que afectó al menos a 4.000 mujeres, casi la mitad de las groenlandesas en edad fértil en aquel momento, según las conclusiones de una investigación oficial citada por el mismo medio. En muchos casos, se trataba de niñas o adolescentes, y los dispositivos anticonceptivos fueron implantados sin su consentimiento ni conocimiento, incluso en edades tan jóvenes como los 12 años.
Una de las voces más destacadas en este caso es la de Naja Lyberth, una de las primeras afectadas en romper el silencio. Según declaraciones recogidas por la cadena británica, Lyberth afirmó que “si queremos avanzar, la excusa es crucial”, pero también criticó que la investigación no abordara posibles violaciones de derechos humanos. El acto de disculpa no estuvo exento de tensiones. Una mujer se giró de espaldas a la primera ministra con una mano negra pintada sobre la boca, en protesta por el silencio impuesto durante décadas.

Otra testigo, Elisa Christensen, declaró al mismo medio que las palabras de Frederiksen la conmovieron, pero remarcó una ausencia notable: no se habló de compensación económica. Christensen afirmó que “fue casi como palabras vacías”, y se preguntó: “¿Dónde están los hijos y nietos que debería haber tenido?”.
El gobierno danés ha anunciado la creación de un “fondo de reconciliación”, pero aún no ha detallado a cuántas mujeres se ofrecerá ni cuándo se materializará. Mientras tanto, 143 mujeres afectadas han presentado una demanda colectiva para pedir compensaciones.
El futuro de Groenlandia: ¿lejos de la UE?
En paralelo a este acto de reparación histórica, Groenlandia proyecta también su futuro político. Esta semana, el primer ministro groenlandés, Jens-Frederik Nielsen, intervino por primera vez ante el Parlamento Europeo, donde rechazó de manera clara tanto una futura adhesión a la Unión Europea como cualquier intento de anexión por parte de los Estados Unidos.
Según recoge Euronews, Nielsen afirmó: “No nos uniremos a ningún otro país”, respondiendo directamente a preguntas sobre si Groenlandia preferiría ser parte de la UE o de los EE. UU., a raíz del interés expresado por el expresidente Donald Trump. “Ahora mismo no tenemos planes para ser miembros de la Unión Europea”, añadía, destacando que se quieren reforzar las alianzas existentes, especialmente en ámbitos como la educación, los minerales estratégicos, la digitalización y el turismo sostenible.

Groenlandia, con unos 56.000 habitantes, es un territorio autónomo dentro del Reino de Dinamarca. De hecho, Groenlandia representa el 98% del territorio danés. En este sentido, obtuvo su autogobierno en 2009, después de una primera etapa de autonomía parcial desde 1979. Su salida de la Comunidad Económica Europea se produjo en 1985, después de un referéndum celebrado en 1982.
El poder de Groenlandia
A pesar de no formar parte de la UE, Groenlandia mantiene acuerdos de colaboración estratégica. En palabras de Nielsen, “los minerales críticos de Groenlandia tienen el potencial de cambiar el equilibrio global y de seguridad. Pero hay que actuar rápidamente”. El país cuenta con 24 de los 34 minerales estratégicos identificados por la UE, claves para la transición energética y la industria tecnológica europea.
La cooperación también se extiende a la pesca, el principal sector económico groenlandés. Según Euronews, el país mantiene un acuerdo de pesca sostenible con la UE desde 1985, que permite a barcos europeos pescar en aguas groenlandesas a cambio de una compensación económica y el acceso libre de aranceles a los productos pesqueros. A pesar de considerar el acuerdo “satisfactorio”, Nielsen ha expresado la voluntad de ajustarlo a la realidad actual del sector pesquero del país.
Pero no todo son acuerdos y buenas palabras. En su discurso, Nielsen pidió a Bruselas que reconsiderara la prohibición de la venta de productos de foca dentro del mercado europeo, que según él ha tenido “efectos graves sobre la caza tradicional” y ha hecho caer tanto el consumo interno como las exportaciones. “Es la sangre vital de nuestra cultura e identidad”, dijo ante los eurodiputados.

La presidenta del Parlamento Europeo, Roberta Metsola, respondió con tono conciliador: “Groenlandia siempre encontrará un socio fuerte en la Unión Europea”, y destacó que Bruselas llega a Nuuk “con espíritu de respeto mutuo y amistad”, no con imposiciones.
De la disculpa a la firmeza política
Estas dos escenas —la de la disculpa pública por el pasado y la de la firmeza política ante alianzas externas— pueden parecer independientes. Pero comparten un fondo común: la voluntad de Groenlandia de construir su futuro a partir del reconocimiento de los errores del pasado y del respeto por su identidad propia.
Como dijo la primera ministra Nielsen durante su disculpa, en palabras recogidas por la BBC: “No os preguntaron. No tuvisteis oportunidad de hablar. No fuisteis escuchadas. No fuisteis vistas”. Este mismo deseo de hacerse escuchar es lo que ahora mueve a Groenlandia en la escena internacional. Lejos de querer cerrarse al mundo, el país busca alianzas que respeten su cultura, sus necesidades y su derecho a decidir. Y esto pasa tanto por exigir justicia para las víctimas de un pasado colonial, como por defender el control sobre sus recursos y su política exterior.