Tal día como hoy del año 1247, hace 776 años, moría en Vienne (reino de Francia), Rodrigo Jiménez de Rada (Puente la Reina, reino de Navarra, circa 1170), que había sido arzobispo de la archidiócesis de Toledo (corona castellanoleonesa) desde el 27 de febrero de 1209 hasta su muerte. Jiménez de Rada, denominado "el Toledano", presionó al Pontificado para que la nueva diócesis de València, que había pasado a formar parte de la archidiócesis catalana de Tarragona al día siguiente de la conquista de Jaime I (1238), fuera usurpada a la iglesia catalana e incorporada a la archidiócesis castellana de Toledo.

El arzobispo castellano Rada argumentaba que, durante la época romano-visigótica, de confesión oficial cristiana y de creación de los arzobispados y de obispados (el bajo imperio y la monarquía visigótica, siglos IV a VIII), la sede diocesana valenciana había formado parte de la archidiócesis toledana. Aquellas divisiones se superponían al mapa administrativo de origen romano: la capital provincial (de la Tarraconense, de la Cartaginense, de la Lusitania) se erigía en sede archidiocesana, y la capital conventual (la subdivisión provincial) era elevada en la sede diocesana.

Pero el verdadero propósito del arzobispo Rada era crear un corredor en territorio catalanoaragonés sujeto a la autoridad eclesiástica castellana, que debería actuar como un elemento desestabilizador, y cuyo objetivo era usurpar València a los catalanes. La disputa por la conquista de València venía de lejos. Antes del año 1000, los reyes de Castilla, los de Navarra y los de Aragón habían promovido campañas de saqueo y de botín en territorio del reino taifa de València. Y pasado el año 1000, el mercenario castellano Rodrigo Díaz de Vivar, se había amparado de la ciudad y huerta valenciana y había creado un dominio efímero.

Sería durante los primeros años de reinado de Jaime I (1229-1238) que València (el país y la ciudad) serían incorporados a los dominios del Casal de Barcelona. Jaime I argumentó que en la época romano-visigótica, la mitad norte del territorio valenciano era de la provincia y del conventus Tarraconense (en este caso la división y la subdivisión tenían el mismo nombre), y esgrimió que València (la ciudad y el país) le correspondía por derecho, porque la hija y heredera del último rey cristiano valenciano había sido María Díaz de Vivar, esposa de su tatarabuelo Ramon Berenguer III.