Tal día como hoy del año 1870, hace 149 años, en los pueblos del plano de Barcelona estallaba el Motín de las Quintas. Aquella revuelta llegaba precedida de la negativa de los ayuntamientos de los pueblos que rodeaban Barcelona (Sants, las Corts, Sarrià, Gràcia, Horta y Sant Andreu) a colaborar con las autoridades militares españolas de Barcelona en el proceso de reclutamiento forzoso. Dos años antes (1868) había estallado el primer conflicto independentista en la, entonces, colonia española de Cuba, conocida como la Guerra de los Diez Años (1868-1878). Las fuertes bajas que sufría el ejército español, en forma de enfermedades, en muchos casos por la escasa alimentación que recibían los soldados de leva, o por efecto de las balas, también en muchas ocasiones por la ineficiencia de los oficiales españoles, había provocado un fuerte movimiento de contestación social.

Pero el caballo de batalla de aquel sistema de reclutamiento era la exención a la leva (instituida por los gobiernos liberales de la época) que se podía comprar pagando en torno a 1.000 pesetas (que equivalían al salario base de un jornalero durante un año y medio). Mientras que la inmensa mayoría de las familias de clase humilde no podían hacer frente a este pago (el desequilibrio entre precios y salarios impedía el ahorro), y veían marcharse a sus hijos o maridos a una guerra inútil, las familias de clase privilegiada compraban la exención y aquella plaza amortizada tenía que ser ocupada por un soldado de leva que, inicialmente, había quedado fuera de la primera tanda de reclutamiento. Los pueblos del plano de Barcelona, poblados, básicamente, por un amplio segmento socioeconómico de familias de condición obrera o jornalera y de extracción humilde, serían el escenario donde se incubaría aquella revuelta.

El 4 de abril de 1870 el general Gaminde (entonces capitán general de Catalunya) ordenó que las tropas acuarteladas en Barcelona se desplazaran a la Vila de Gràcia, y efectuaran el reclutamiento con o sin la colaboración del ayuntamiento graciense. La villa fue avisada de la llegada de las tropas con el repique de la campana de la plaza Orient y la población se resistió. La respuesta militar española sería bombardear de forma incesante la Vila de Gràcia y, sin embargo, tardarían cinco días en ocuparla. Según algunas fuentes, la persona que blandió la campana hasta el último momento era una anciana que, posteriormente a la ocupación, fue detenida y encarcelada en un penal próximo a Madrid. Aquella revuelta se saldó con el balance de 27 víctimas mortales (la mayoría defensores de Gràcia) y el saqueo indiscriminado de las casas en manos del ejército español.