Tal día como hoy del año 911, hace 1107 años, moría Guifré II, que había sido el primer conde de Barcelona que había heredado el cargo de su antecesor. Durante más de un siglo, desde que el 801 el emperador carolingio Carlomagno había nombrado a Bera como primer conde de Barcelona, la dignidad condal tenía un carácter generalmente vitalicio pero no hereditario. A pesar de todo, los primeros condes de Barcelona habían conseguido que los nombramientos quedaran dentro del mismo grupo familiar: la estirpe de los Belónidas de Carcasona, que formaban una rama menor de la dinastía imperial carolingia. De esta forma se puede considerar que Guifré II —aunque sería el primero que recibiría el cargo directamente de manos de su antecesor— era descendiente de Bera.

La historia de Guifré II, y de sus padres, los condes Guifré el Pilós y Gunilda de Empúries, explica sobradamente el proceso de formación de los dominios que, más tarde, se llamarían Catalunya. Guifré y Gunilda eran primos de segundo grado, y habían sido casados para reforzar los vínculos entre todos los condados catalanes (Barcelona, Girona, Urgell, Cerdanya, Rosselló, Empúries y Besalú) gobernados, entonces, por miembros de la estirpe Belónida. En aquel contexto, las mujeres tenían un papel fundamental que ejercían desde la diplomacia. Serían, precisamente, las mujeres las que impulsarían las políticas que tenían que convertir el cargo en hereditario. De esta forma, los Belónidas se aseguraban el control del poder por todo el país y evitaban tanto la intrusión de funcionarios ajenos a la estirpe como la dispersión del patrimonio que gestionaban.

Las fuentes, aunque son muy escasas, revelan también que Guifré y Gunilda ejercieron el poder de forma conjunta. Hasta la revolución feudal de la centuria de 1000 —que transportó a los barones de la pequeña nobleza militar a la cumbre del poder— las mujeres de la clase aristocrática compartirían el poder con los hombres. Uno de los ejemplos más paradigmáticos sería el de la condesa de Barcelona Ermessenda de Carcasona, que a la muerte de su marido Borrell II (sobrino de Guifré II y primer conde independiente de Barcelona) ejerció el poder en solitario (1017-1021) hasta la mayoría de edad de su hijo Berenguer Ramon I; y posteriormente a causa de la prematura muerte de este, hasta la mayoría de edad del su nieto (1035-1039) Ramon Berenguer I.