Tal día como hoy del año 1009, hace 1.012 años, culminaban las obras de construcción de la abadía de Sant Martí del Canigó (Conflent, Catalunya Nord) ―iniciadas doce años antes (997)― y se procedía a la consagración del templo del monasterio. Sant Martí del Canigó fue ocupado por una comunidad de monjes de la orden de San Benito (llamados benedictinos) que procedían del monasterio vecino de Sant Miquel de Cuixà. Pero la promoción de aquel establecimiento había sido obra del conde Wifredo II de Cerdanya (bisnieto de Wifredo el Velloso y vasallo de la casa condal independiente de Barcelona) que había cedido una gran superficie de terrenos boscosos y de cultivos propiedad de su familia para la construcción de Sant Martí del Canigó.
La abadía de Sant Martí del Canigó fue construida sobre el paraje que había sido el lugar donde, un siglo antes (900), había muerto Galderic de Vilavella, después canonizado como san Galderic, patrón de Perpinyà, del Rosselló, del Conflent y patrón tradicional de los campesinos catalanes hasta que el régimen borbónico (siglo XVIII) les impuso el santo Isidro Labrador (Madrid, 1079-1130). También en la decisión de ubicar el monasterio en aquel paraje tuvo mucha importancia el abad Oliba (la principal personalidad del mundo eclesiástico catalán de su época), que tenía mucho interés en crear una red de establecimientos monacales que actuaran como difusores de la cultura y de la ideología del poder del momento, que estaba forjando la identidad nacional catalana.
Durante los siglos posteriores, Sant Martí del Canigó tuvo un papel destacado en la organización y encuadre de la sociedad de su territorio. Pero a partir del terremoto del 2 de febrero de 1428, llamado de "la Candelera", con epicentro en Camprodon (Ripollès) y que lo afectó notablemente, el monasterio entró en crisis. En 1497 había perdido buena parte de su comunidad monástica. Y en 1783 (un siglo largo después del Tratado de los Pirineos) los últimos cinco monjes abandonaron el monasterio. Acto seguido, vendría una larga etapa de abandono y ruina (de 119 años), hasta que el obispo de Perpinyà Juli Carsalada du Pont (Cimòrra, Occitania, 1847 – Perpinyà, 1932) inició las obras de reconstrucción (1902).