Tal día como hoy del año 1302, hace 720 años, en Caltabellota (Sicilia) se firmaba un tratado de paz que quería poner fin al conflicto que había enfrentado al rey Federico de Sicilia (hijo de Pedro II de Barcelona y III de Aragón y de Constanza Hohenstaufen, legítima heredera al trono de Palermo); y Carlos II de Anjou, llamado "el cojo" e hijo del usurpador Carlos I de Anjou. Aquella guerra, que enfrentaba a las coronas catalanoaragonesa y francesa; era una parte de un conflicto de alcance continental entre güelfos (partidarios del pontificado) y gibelinos (partidarios del emperador). La cancillería de Barcelona, después de cuatro siglos de alianzas con el pontificado, había cambiado la orientación de su política.

Aquel tratado no condujo a una paz duradera; pero la consecuencia más importante fue la salida de los almogávares. Después del acuerdo de paz, el rey Federico, que había sido el ganador de aquel conflicto, vio cómo los almogávares catalanes (que habían luchado en su ejército y que estaban acostumbrados a un escenario permanente de guerra) causaban muchos problemas de orden público y amenazaban con girar la población civil contra la cancillería catalana de Palermo. Federico II movió algunos hilos y consiguió que el emperador bizantino Miguel IX reclamara los servicios de los almogávares en el conflicto que mantenía con las fuerzas cristianas cruzadas y con los turcos.

Los almogávares nombraron capitán a Roger de Flor, un "señor de la guerra" calabrés de origen alemán; que había tenido una conflictiva relación con la Orden del Templo. Y sus dirigentes (oficiales procedentes de la baja nobleza catalana) renombraron al colectivo como Compañía Catalana de Oriente. En el transcurso de aquella empresa militar, que se prolongó hasta 1390, el nombre "Aragón" no aparecería nunca. Fue durante aquella etapa que se crearon los ducados almogávares de Atenas y de Neopatria, en el extremo sur de la península de los Balcanes, que siempre fueron regidos por elementos o por descendientes del brazo nobiliario catalán.