Tal día como hoy del año 1500, hace 522 años, (en algunas fuentes se dice que fue el 15 de septiembre), en Santo Domingo, capital de la colonia La Hispaniola, el juez Francisco Fernández de Bobadilla y un pelotón de militares de la monarquía hispánica, enviados por los Reyes Católicos detenían, engrillaban y recluían en un barco a los hermanos Cristòfol, Bartomeu y Dídac Colom acusados de practicar la tortura y de causar mutilaciones a los indígenas americanos y a los opositores europeos en su gobierno. Los Colom serían conducidos a la península encadenados en la bodega de aquel barco.
Pero la realidad era bien diferente. Las riquezas que generaba la colonia y las previsiones de más riquezas en los territorios que se visitaban desde el primer viaje superaban ampliamente las expectativas iniciales y la cancillería hispánica decidió romper unilateralmente las Capitulaciones de Santa Fe (1492) —el contrato entre la monarquía hispánica y los promotores del primer viaje— con el propósito de usurpar el control del proyecto a los Colom y a su gente —tanto los de la colonia como los de la península—, que eran mayoritariamente de origen catalano-valenciano.
Después de la detención y encadenado de los Colom, el juez Bobadilla impulsó una depuración de la administración colonial. Los catalano-valencianos Colom fueron cesados; como sería el caso del tarraconense de origen judío Miquel de Ballester, primero —y hasta entonces, el único alcalde de Santo Domingo— y fueron suplantados por la gente de Francisco Roldán, líder de los colonos de origen castellano-leonés y principal colaborador de la monarquía hispánica en la fabricación y ejecución de aquel golpe de estado. También, a partir, de aquel momento, la administración colonial se convirtió en una guarida de corrupción.
Pasados dos años (1502), Bobadilla y Roldan fueron llamados por la cancillería hispánica de la península para responder las acusaciones de corrupción, malversación y apropiación. Según las fuentes documentales desaparecieron en alta mar mientras viajaban a la península, cuando su barco fue abarcado por una gran tormenta. Nunca fue recuperado el barco ni los cuerpos de los supuestos náufragos y siempre cernió la sospecha de que habían iniciado una nueva existencia en otro lugar con las riquezas usurpadas y con una falsa identidad o, incluso, amparados por algunos poderosos elementos de la cancillería hispánica.
Imagen principal: Representación de Santo Domingo (siglo XVI). Fuente: Archivo El Nacional.