Tal día como hoy del año 1774, hace 247 años, en Versalles, moría Luis XV, que había sido rey de la monarquía francesa (1715-1774); y que al alcanzar el trono había asumido los títulos del rey de Francia y rey de Navarra -que, tradicionalmente, ostentaban los Borbones franceses desde la coronación de Enrique IV (1589). Pero, en cambio, había renunciado al título de conde independiente de Barcelona -que habían ostentado sus antecesores Luis XIII y Luis XIV desde 1641. Luis XIII había sido nombrado conde de Barcelona cuando las instituciones del país le habían retirado este título al rey hispánico Felipe IV, durante la crisis y revolución de los Segadores (1640), que conduciría a la separación de Catalunya del edificio político hispánico, y su constitución en un Principado independiente (1641-1652).

Aunque Luis XIV había sido el gran valedor de Felipe de Borbón (Felipe V) en el trono de las Españas (1700), nunca había renunciado al título de conde independiente de Barcelona, que había heredado de su padre a Luis XIII (1643). Así, se da la curiosa circunstancia que entre 1705 y 1715, hubo hasta tres personajes que, de forma simultánea, ostentaron el título de conde de Barcelona: Luis XIV, que lo conservaba por herencia de su padre Luis XIII, y que se negaba a cederlo a su nieto, el primer Borbón hispánico; Felipe V, primer Borbón en el trono de Madrid, y que las Cortes de Catalunya habían nombrado en 1701 y destituido en 1705, y Carlos de Hasbsburgo, que lo ostentaba legítimamente por nombramiento de las Cortes de Catalunya el año 1705.

Cuando Luis XV alcanzó el trono francés, Felipe V de España ya había resuelto a favor de su causa el conflicto sucesorio hispánico (1701-1715), y el Principado de Catalunya (la forma bajo-medieval y moderna del primigenio condado de Barcelona) había sido reducido a la categoría de simple provincia de una España unitaria, absolutista, centralista y de fábrica castellana. Por lo tanto, había sido el mismo régimen borbónico el que había convertido el título condal barcelonés en un simple adorno sin ningún tipo de valor político y, de rebote, sin ningún tipo de interés por parte de los monarcas y de la cancillería de Versalles. En cambio, Carlos de Habsburgo, el último conde legítimo de Barcelona, lo conservaría hasta que, en la Paz de Viena (1725), renunciaría a cambio que el régimen borbónico español resarciera las propiedades confiscadas a los austriacistas catalanes.