Tal día como hoy del año 2023, hace dos años, en Roma, moría la escritora, crítica literaria, tertuliana televisiva y activista independentista sarda Michela Murgia; conocida especialmente por la autoría de la novela L'accabadora (2009), ganadora de los premios Camipello, Dessi y SuperMondello. En esta novela, Murgia recrea magistralmente el personaje de la acabadora, una figura semiclandestina propia de la cultura sarda, que ha estado presente en la sociedad de la isla desde la edad de los metales (II milenio a.C.) y que ha tenido la función de administrar la eutanasia a los enfermos incurables y a los moribundos a los que se quería ahorrar los sufrimientos.
Michela nació en 1972 en Crabas (Cerdeña), un pueblo marinero de 10.000 habitantes situado en la costa oeste de la isla (a 100 kilómetros en el sur del Alguer y a 7 en el oeste de Oristany). Su familia explotaba un restaurante en el pequeño pueblo de San Giovanni di Sinis y todo apuntaba que su destino profesional estaba atado a aquel negocio. Pero sus vecinos Sanna —un matrimonio bien posicionado económicamente pero de forma sin hijos— la convirtieron en su fill'e anima ("hija del alma", una especie de apadrinamiento), hecho que le permitió poder estudiar fuera de la isla. Cursó la carrera de Teología y, durante unos años, fue profesora de Religión y monitora de Acción Católica.
Posteriormente, se trasladó a la península y trabajó como directiva de una multinacional, que la despidió por negarse a ocultar un vertido tóxico. Este hecho sería el inicio de su carrera literaria. Para subsistir aceptaría trabajos que no tenían ninguna relación con su perfil (comercial inmobiliaria, portera de noche, telefonista); pero que le proporcionarían abundante material para iniciarse en la literatura de denuncia social. Durante esta época escribió sus cuatro obras más conocidas: L'accabadora, Il mondo deve sapere, Romanzo tragicomico d'una telefonista precaria y La chiesa inventó la donna.
Michela siempre defendió el derecho a la independencia de Cerdeña y se comprometió, públicamente, con este proyecto. Durante su existencia participó en varias iniciativas de este signo político. Pero la muerte la atrapó, prematuramente, con cincuenta y un años recién cumplidos. Cuatro meses antes había anunciado públicamente que sufría un cáncer renal en grado de metástasis cuatro que se había extendido a los pulmones, al tejido óseo y al cerebro. Con su muerte desaparecía una gran activista comprometida con el independentismo sardo pero, sobre todo, desaparecía la figura más destacada de la literatura sarda del siglo XXI.