Tal día como hoy del año 1211, hace 814 años, en la villa de La Vaur (entonces condado independiente de Tolosa), las tropas cruzadas francesas, comandadas por el mercenario inglés Simón de Montfort, penetraban en el interior de la villa y se entregaban a un brutal saqueo. La Vaur era el centro de una pequeña señoría —gobernada por Girauda de Mont-real, viuda del difunto domine Guillermo Pedro— y era la sede del obispo cátaro de Tolosa. Montfort puso sitio a la villa, pero no consiguió resultados inmediatos. Finalmente, sus máquinas de guerra agujerearon la muralla y sus tropas penetraron en el interior de la villa, momento en el cual Montfort ordenó el exterminio de todos los defensores sin distinción de su categoría social.

Montfort ordenó la muerte de todos los prisioneros. Fueron degollados Aimeric de Mont-real (hermano de Girauda) y ochenta caballeros languedocianos faidits (desposeído de sus bienes por los croatas de Montfort). Y también Raimón de Ricaud (senescal del conde Raimón VI de la Tolosa) y cuarenta caballeros tolosanos que habían combatido a su lado. Además, ordenó encender una pira y fueron quemadas vivas más de cuatrocientas personas. La pira de La Vaur sería la más mortífera de aquella guerra (1209-1229). En aquel escenario de terror, Montfort entregó Girauda a la tropa, que la violó, la tiró en un pozo y la asesinó a golpes de piedra. Desde entonces, el lugar donde está situado aquel pozo es llamado, popularmente, el "plano de los llantos".

La cruzada contra los albigenses solo era el pretexto que esgrimía la monarquía francesa para restablecer su autoridad en Occitania. Y la masacre de La Vaur tenía un doble objetivo. El primero, alimentar el clima de terror y escarmiento que Montfort (siguiendo las órdenes de la monarquía francesa y del pontificado) quería imponer en Occitania. Y el segundo, provocar la intervención del Casal de Barcelona. Los condados y vizcondados occitanos siempre habían tenido una relación muy próxima con el condado independiente de Barcelona. Y en aquel tránsito hacia su particular independencia habían intensificado esta relación buscando la protección del Casal de Barcelona. Solo dos años más tarde, se produciría la definitiva batalla de Muret (12 de septiembre de 1213).