Tal día como hoy del año 1304, hace 718 años, la Compañía Catalana de Oriente —llamada, también, almogávares—, comandada por Roger de Flor y formada por veteranos de la guerra de la incorporación de Sicilia en la corona catalanoaragonesa (1282-1294) derrotaba clamorosamente al ejército otomano, integrado por una alianza militar de varios estados turcos del centro de Asia. Aquella batalla, que se libró cerca de las montañas del Tauro (en el extremo sur de la península de Anatolia) fue descrita por Ramon Muntaner, en sus Cròniques, y la victoria catalana alejó, temporalmente, la amenaza que sobrevolaba Constantinopla, capital del Imperio Romano de Oriente.

La Compañía Catalana había acudido a Anatolia llamada por el emperador de oriente Andrónico II, después de que los otomanos progresaran desde el centro de la península de Anatolia hacia la costa mediterránea y amenazaran la capital bizantina. En aquel contexto, la Compañía Catalana actuó como un cuerpo de mercenarios que combatía a favor de los bizantinos que los habían contratado. Según la Crònica de Ramon Muntaner, en aquel episodio bélico participaron, también, un grupo de mercenarios alanos (originarios de la orilla del mar Caspio) que, en un momento determinado, discutieron con Roger de Flor y, en buena parte, desertaron poco antes del inicio de la batalla.

La existencia de la batalla de Cibistra y las consecuencias que se derivaron han sido cuestionadas por algunos investigadores modernos. Sin embargo, el análisis de los acontecimientos inmediatamente posteriores a aquella batalla revelan que aquel enfrentamiento no tan sólo existió, sino que tuvo una gran repercusión. Después de la derrota turca en Cibistra, los bizantinos restauraron y consolidaron su dominio sobre la cornisa costera de la península de Anatolia. Y también, después de la batalla, los almogávares volvieron a la península de los Balcanes y crearon su propio estado: los ducados catalanes de Atenas y de Neopatria.