Tal día como hoy del año 1874, hace 150 años, los vecinos de la villa de Sarrià (entonces un municipio independiente del plano de Barcelona) se rebelaban contra la imposición del estamento militar español, que había provocado la caída de la I República (1873-1874) y el retorno de la monarquía borbónica en la persona de Alfonso de Borbón, hijo de la reina destronada Isabel II, nieto de Fernando VII y que reinaría como Alfonso XII. La I República española, proclamada el 11 de febrero de 1873 (República federal desde las revueltas cantonalistas de junio de 1873) había sido intervenida por el golpe de estado del general Pavía (3 de enero de 1874) y definitivamente liquidada por las oligarquías económicas y el estamento militar (26 de febrero de 1874) que habían usurpado el poder.

En este proceso de desguace de la República, algunos pueblos catalanes se rebelaron contra los monárquicos golpistas, y se produjeron revueltas en Barcelona, Sabadell, Rubí y Sarrià; que fueron brutalmente reprimidas por orden del capitán general Martínez Campos. En la villa de Sarrià, los defensores de la República, dirigidos por Joan Martí i Torres, popularmente el Xic de les Barraquetes, se negaron a aceptar la autoridad del nuevo régimen monárquico; y fueron brutalmente atacados por el ejército español, que utilizó artillería para vencer la resistencia ciudadana. Aquellos hechos se saldaron con once muertes civiles y su funeral fue una extraordinaria muestra de duelo, inédita en la historia de la villa de Sarrià.

En el momento en que se produjeron aquellos hechos, la sociedad catalana estaba inmersa en el conflicto de la Tercera Guerra Carlista (1872-1876) y profundamente dividida. Por una parte, estaban los republicanos, representados por las clases humildes de la sociedad (jornaleros rurales y obreros urbanos), que eran partidarios de la constitución de una República federal española. Por otra, los carlistas, representados por las clases más reaccionarias de la sociedad catalana (clero, propietarios agrarios y jornaleros desclasados), que habían conseguido que el pretendiente Carlos de Borbón y Austria-Este (Carlos VII, según el nomenclátor carlista), restaurara el régimen foral catalán, liquidado a sangre y fuego por Felipe V con la ocupación de 1714. Y, finalmente, estaban los monárquicos liberales, que daban apoyo al nuevo rey, representantes por las fortunas industriales.